El demonio mayor de los morfólogos es el avatar de la variación. Se regocija enviando a sus tres leales sirvientes demoníacos: la edad, el sexo y la geografía. Resulta que los bichos no son todos iguales (primer corolario de la evolución), todos presentan variación y ésta es normal (no hay dos personas idénticas [que no sean clones] por ejemplo). Pero nos interesa la variación más desconcertante. Veamos cada una por separado.
1. Edad
A todos nos resulta obvio que los niños son distintos de los adultos. Pues lo mismo ocurre con los animales. Los juveniles son distintos de los adultos. Esta variación produce que podamos errar nuestra identificación de un ejemplar fósil e incluso, asignarle a una especie nueva (e.g. caso Pachycephalosaurus-Stygimoloch-Dracorex).
En la mayoría de los casos el reconocer que se tiene un adulto es relativamente fácil (con la experiencia adecuada). La mayoría de los mamíferos (por ejemplo) exhiben zonas de osificación cercanas a la punta de los huesos largos que delatan a un joven. Y no sólo eso, los dientes decíduos o "de leche" son distintos de los permanentes. Y estas diferencias pueden ser notadas, pero sólo por aquellos que sepan dónde, qué y cómo buscar.
A veces, tenemos que la diferencia de edad no es apreciable "a ojo", sino que hay que recurrir a técnicas más analíticas. Citaré dos ejemplos clásicos. El primero tiene que ver con la histología, donde los jóvenes tienen por lo general, huesos menos compactos. En el caso de los dientes, existen trabajos muy completos sobre grados de desgaste y su correlación con la edad biológica de la criatura. Y así, existen muchos ejemplos no sólo con vertebrados, sino también con invertebrados.
Ahora, imagina que no conoces estos pormenores ¿cuántas especies inexistentes identificarás? Y esto podría parecerte risible, pero muchas especies fósiles descritas (especialmente a finales de siglo XIX e inicios de siglo XX) eran en realidad juveniles o ancianos. El diablillo del tiempo se ríe de nosotros.
2. Sexo.
Este súcubo de la identificación es el más elusivo de los tres. A veces se presenta a nosotros de forma obvia, seduciéndonos para establecer una nueva especie inválida. Otras veces, no se nos presenta en absoluto, pero alza la duda sobre si está o no en la habitación y si dos especies muy similares son o no disintos sexos. Verán. Existe una cosa llamada dimorfismo sexual, que hace que hembras y machos de una especie no sean exactamente iguales, los ejemplos más clásicos los vemos en los pavos reales o los leones. Pero resulta que esa variación extrema está en los tejidos blandos, que casi nunca fosilizan ¿cómo notarlos?
Hay un hecho curioso que no siempre se presenta y/o reconoce: los huesos de hembras y machos son distintos. La cosa es que se han hecho muy pocas caracterizaciones de estas diferencias y la mayoría podrían ser de orden métrico (eso lo veremos después). Entonces, hay que trabajar bajo la premisa de que la variación observada podría o no ser causada por dimorfismo sexual. Pero aún no os regocijéis, que nos queda un último diablillo.
3. Geografía.
Hoy, nuestra especie se distribuye en todo el mundo y sus individuos viajan de lado a lado del globo. Aún con esto, se mantienen las diferencias morfológicas (y osteológicas) entre los habitantes de las diferentes regiones de la tierra. En lo general, un hindú, un inglés, un japonés y un aborígen australiano son diferentes (hasta en los huesos). Estas diferencias ancestrales son producto de miles de años de aislamiento reproductivo. Y aunque a muchas especies les toma una cantidad de tiempo similar el conseguir la diferenciación morfológica, a otras les toma menos, sorprendentemente menos.
La cosa es que la mayoría de las especies tienen variación morfológica en sus rangos de distribución. Por ejemplo, el venado cola blanca (Odocoileus virginianus) es sorprendentemente variable; los de la península de Yucatán (México), son enanos comparados con los del norte de Estados Unidos. Ahora imagine que usted es un paleontólogo y encuentra fósiles se estos venados en Washington y Yucatán... ¿Sabría que son la misma especie? Le puedo asegurar que no. Esto es especialmente cierto si no tenemos la información de los tejidos blandos ni toda la distribución geográfica representada. Y ¿qué creen? Esto es precisamente lo que NO tiene el registro fósil. Y supone un gran problema que a menudo se discute, especialmente con especies numerosas y en un rango geológico y geográfico limitado.
Además de los tres diablillos, la variación tiene otro súbdito que podría parecer pequeño, pero sólo de lejos; se trata, de la variación aleatoria. Ésta se produce por muchas causas, algunas desconocidas.
Citaré las causas conocidas (de las que me acuerdo): gigantismo, enanismo, teratomorfosis (individuos deformes de forma congénita), asimetría bilateral, deformaciones patológicas y otras que no recuerdo de momento.
Con toda esta variación potencial, es sorprendente que los paleontólogos podamos identificar algo ¿verdad? Bueno, pues en realidad no... ya que los organismos preservados en el registro fósil son casi por lo general, miembros dentro del rango mínimo de variación; es decir, los "normales". Pero en algunas ocasiones si se presentan bichos raros. La cosa es que sepamos reconocerlos y que siempre tengamos en mente que esto puede ocurrir. Sólo de esta forma, los paleontólogos podemos indagar con seguridad en el pasado, sin que nos devoren los demonios que asechan en las sombras.