Alicia, Miguel y Luis. Madre, padre e hijo, cohabitando con una troupe inmensa de perros y gatos en un amplio y lujoso piso de una ciudad acomodada (nada que ver, por tanto, con entornos sórdidos ni arrabaleros: ésta es una familia de posibles...), en una ciudad indeterminada —tanto da...—, en un triángulo de relaciones en las que el afecto fue algo del pasado o aún está por llegar, bien sea como consecuencia del hastío que genera el roce de la convivencia prolongada (es el caso de Alicia y Miguel, una pareja entre la cual la inapetencia sexual campa a sus anchas, y determina reacciones y salidas) o como resultado de un estado de seudosomnolencia adolescente (es el caso de Luis, el hijo). Súmese a ese cuadro de situación un elenco de seis personajes accesorios con su carga correspondiente de desequilibrios personales (y profundos), que van desde la hermana que maltrata a su hija pequeña hasta los padres cuya única esperanza en el horizonte parece ser la de un mutis por el foro pronto y discreto, y ya tiene el guión de Vila ingredientes más que sobrados para un guiso de los que cubren con potencia las paredes estomacales.
¿Y qué tal se porta Agustí Vila al mando de los fogones? Pues quizá no alcance las excelencias “bullinianas” de un Adrià (si he de creer lo que sobre ello se cuenta y escribe, ya que jamás probé tan sofisticados manjares), pero tampoco se le da nada mal. Vila despliega su historia con pulso suave, sin estridencias, y va encadenando situaciones y episodios con continuidad dramática acertada —aun cuando no siempre sea capaz de huir de lo más obvio, olvidando que su propuesta argumental se mueve, sobre todo, en el terreno de la extravagancia: las huidas extramaritales de sus protagonistas , pese a lo puntualmente escandaloso de su planteo, no dejan de ser situaciones de manual...—. La resultante de ello es una trama que, desde sus premisas de retrato de una familia poco convencional (aunque tampoco extraordinaria), se desarrolla con eficacia y consigue despertar el interés, no falto de su punto morboso, del espectador que entra en su juego.
No poco, eso sí, ayudan en el empeño los dos intérpretes principales de la función. Eduard Fernández y Emma Suárez, actor y actriz de talento acreditado y carrera cinematográfica de enjundia, ofrecen un trabajo sutil y contenido, en el que cuentan, más que las palabras (que, por cierto, manejan indistintamente en castellano y/o catalán sin aspaviento alguno), gestos y miradas (algo lógico, teniendo en cuenta que sus personajes sufren serias carencias de comunicación verbal), y en el que su naturalidad, como arma fundamental, les permite hacer creíbles y cercanas situaciones con las que, a buen seguro, y aun cuando no se traten de situaciones excesivamente atrabiliarias, no solemos encontrarnos en nuestra cotidianidad. No sobran en nuestro panorama cinematográfico intérpretes de su nivel, y tener la ocasión de disfrutarlos haciendo una pareja, aun cuando sea un tanto sui géneris, merece, y mucho, la pena.
‘La mosquitera’ constituye, pues, y en suma, una propuesta curiosa y llamativa, y que se mueve en parámetros por los que no se suelen desenvolver con habitualidad las producciones de nuestro país. Visualmente elegante, desde la sencillez de la puesta en escena, y narrativamente clara y fluida, es la de Agustí Vila una cinta interesante y que, además de haber cosechado un buen puñado de premios en numerosos festivales internacionales, ha contado con el favor de cierto sector de la crítica. Esperar que, más allá de eso, pudiera despertar el interés de un público amplio quizá sería ya soñar despierto. Qué se le va a hacer...
* APUNTE DEL DÍA: ví este fin de semana "Midnight in Paris", y no termino de entender el entusiasmo con que ha sido acogida por buena parte de la crítica. No está mal, pero...