La “mueblerización” de la Vida

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

Confieso que, tras dieciséis años de plácida residencia en mi vivienda habitual, cada día al entrar en ella me tranquilizo al comprobar que el mobiliario de su interior parece ser el adecuado, el apropiado y el actual, no percibiendo en absoluto la necesidad o tan siquiera conveniencia de ningún cambio a realizar. ¡Qué equivocado estoy, aun sin saber que lo pueda estar…!.

Es evidente que, por más que yo me hubiese esforzado allá por 1.997 en decorar mi casa recién adquirida a la moda que entonces era actual, aquella ya no es la de ahora con independencia de que yo no sea capaz de reparar en ello al haberme instalado inconscientemente en la habitual miopía que produce la fosilizante cotidianeidad.

Cuando visito a una de mis tías, que vive rodeada de muebles con más de sesenta años de presencia y uso en su hogar, me dice que a ella le pasa igual pues nunca repara en su antigüedad.  Sinceramente, no creo que esto sea cosa de una costumbre familiar pues más bien me parece que el mal es universal y se extiende no solo a los muebles de una casa sino también a la Vida en general.

Admitiendo que la rutina en forma de cotidianeidad es, de todos los estilos de vida, la gran equilibradora existencial por su efecto facilitador de la serenidad, también es cierto que su desmedida extensión a la totalidad de momentos y situaciones de nuestra vida puede llevarnos a una especie de analgesia actuacional que nos instale en la peligrosa y depresiva repetición vital.

Aceptar como válido e inmutable lo que somos y lo que nos rodea por el mero hecho de haberse cómodamente instalado en nuestra vida a fuerza de tener reiterada presencia puede derivar y frecuentemente deriva en un envejecimiento mental que nos va distanciando de la dinámica actualidad que implacablemente nos supera, pues no se detiene en avanzar.

Desgraciadamente, a medida que transcurre nuestra vida y más nos conocemos, menos somos capaces de imparcialmente vernos por llegar al acostumbramiento en nuestra realidad. Lo que somos ya no lo cuestionamos, dándolo por bueno y proyectándolo reactivamente hacia lo que seremos, pese a lo que pueda pasar. Y así, todos hoy tan momentáneamente contentos. Y así, todos mañana tan finalmente insatisfechos. La vida es como una casa, siempre por amueblar.

Perdón por los ripios de este artículo y creo que mañana cambiaré aquel viejo sofá de mi hogar…

Saludos de Antonio J. Alonso