Nietzsche en “La Gaya Ciencia” escribió: “Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo nos consolaremos, los asesinos de todos los asesinos? Lo que había de más santo y poderoso de entre las cosas que han sido en el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién nos limpiará de su sangre? ¿Qué agua existe para que nos lavemos? ¿Qué festejos de expiación, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de esta acción demasiado grande para nosotros? ¿No deberiamos convertirnos en dioses para ser dignos de ella?” Para mí que este párrafo parece el planteamiento estructural de “Crimen y castigo”: se empieza con el asesinato (aquí Dios, allí una usurera), se revela quién es el asesino (aquí nosotros, allí Raskolnikov) y se plantea la cuestión de la expiación del crimen cometido (aquí nosotros tenemos que convertirnos en dioses, allí a Raskolnikov lo mandan a Siberia. Conclusión: es más jodido matar a una usurera que a Dios).
Como ocurre tan a menudo, lo que ha pasado a la posteridad ha sido sólo la primera frase del párrafo. “Dios ha muerto” suena impactante; “Dios está en pronóstico reservado”, habría sonado un poco más flojo. Leído el párrafo en su conjunto vendría a decir que el hombre ha llegado a un punto en su evolución en el que ha “matado” a Dios, ha comprendido que no lo necesita más y lo ha relegado al mundo de las entelequias al que antes relegó a Júpiter y a Apolo. Pero al matar a Dios, el hombre se ha condenado a ocupar su sitio y Niezsche duda de que estemos a la altura de la tarea.
Quienes no han leído a Nietzsche (el 99’9% de los humanos y el 100% de los cristianos creyentes) sólo se han quedado con el soniquete de que Dios había muerto y le han acusado de arrogancia, de chulería y de tener mal aliento. La réplica más inteligente a Nietzsche que he leído es: “Nietzsche ha muerto. Firmado: Dios.” Mientras que una breve visita al cementerio de Röcken nos mostrará que esta segunda afirmación es cierta, la afirmación original de Nietzsche es inverificable.
La frase de Nietzsche puede entenderse de manera histórica, no ontológica. Cuando el cristianismo triunfó, la Humanidad dejó de necesitar a los dioses paganos y éstos murieron. No hace falta pensar en que existían y murieron realmente cuando los hombres dejaron de creer en ellos. Basta con pensar que dejaron de existir en la memoria de los hombres. Que siguieran existiendo o no en el Olimpo, que hubieran existido alguna vez o no, le resulta indiferente a una humanidad que ha dejado de creer en ellos. Lo mismo que sucedió con los dioses paganos, ocurriría con Dios ahora, cuando la Razón y la Ciencia han reemplazado a la religión. O al menos eso podía parecerle a Nietzsche que tuvo la inmensa suerte de no haber llegado a conocer a los cristianos renacidos ni a los musulmanes salafistas.
Los cambios de paradigma intelectual suelen ser muy malos para la salud de los dioses. He sentido curiosidad por la suerte que tuvieron 2.400 años antes de Nietzsche en la India, cuando Buda apareció y dijo que las cosas no eran como las contaban los Vedas.
Buda no niega que los dioses existan, pero dice que son uno de los seis reinos en los que se puede renacer. Cuando uno ha generado un karma excelente, renace en el reino de los dioses y se lo pasa chupi lerendi durante un montón de milenios. Pero tarde o temprano su fondo de karma positivo se agota. Cuando uno se lo está pasando teta, lo último que hace es pensar en practicar, ser bueno y hacer méritos. El dios, cuyo karma positivo está a punto de agotarse, se da cuenta de pronto que se le va a acabar lo bueno y va a tener que volver a reencarnarse y puede que esta vez le toque ser un paramecio. El dios se pone a llorar amargamente y los demás dioses dejan de ajuntársele, porque no quieren nada que les recuerde que también ellos son mortales y un día se les acabará el cachondeo.
Bien visto, Buda es más cruel con los dioses hindúes que se encontró que Nietzsche con el Dios cristiano. Decir “Dios ha muerto”, tiene algo de desafío y uno sólo desafía aquello que le importa. Nietzsche nunca dijo “Los gnomos han muerto” o “Los centauros han muerto”. Afirmando su muerte con tanta rotundidad, Nietzsche revela que Dios le importa, y mucho. En cambio, Buda mira a los dioses con cierta sorna y les dice: “Que sí, majetes, que existís, pero aprovechad el chollo que tarde o temprano se os va a acabar y tendréis que reencarnaros como todo hijo de vecino.” Buda no condena a los dioses a la inexistencia. Simplemente les baja los humos y les recuerda que también ellos están sometidos a la ley del karma.