La muerte de Garcilaso de la Vega

Por Esteban Esteban J. Pérez Castilla @ProfedLetras


Ser poeta o ser soldado siempre han sido dos oficios muy peligrosos, pero en el Renacimiento lo eran aún más. Estaban interconectados.
Por una parte, si eras soldado, no solo corrías el riesgo de poder morir en cada batalla en la que participases, de verte despedazado por una espada anónima y que tu cuerpo se pudriera despojado por los cuervos. También podrías tener el ímpetu de querer ser poeta y, por su fuera poco, que tu sufrimiento se eternizara por toda la historia.
De otra parte, si eras poeta, podrías tener la inclinación de querer ser soldado. De esta manera, no solo desnudabas tu corazón para el deleite de la corte y, quizá, la eternidad (si tenías un poco de maña y suerte). También ese mismo corazón te pediría luchar en mil batallas y poner a prueba tu temple y tu espada contra el enemigo.
Todo esto nos lleva al mismo sitio: el arquetipo de noble del Renacimiento era el “hombre de armas y letras”, es decir, un noble que no solo fuera culto y escribiese bien, sino que también fuera diestro en la lucha. Garcilaso de la Vega, por supuesto, era uno de ellos.

¿Quién era Garcilaso?


Garcilaso de la Vega fue y es uno de los poetas más reconocidos en lengua española por su calidad, su delicadeza y su maestría en el verso.
Este saber hacer le permitió ser el primero que adoptara con gracia los metros y las estrofas italianas a la lengua española. Sí, incorporó el “dolce stil nuovo” de los seguidores de Petrarca en Italia a nuestra poesía.
Famoso suyo es el soneto como siguiente:

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre


(Puedes leer más aquí: Los 5 mejores poemas de amor de Garcilaso de la Vega.)
Pero las obras que le han hecho inmortal quizá sean sus tres Églogas, poesías de ambiente pastoril en el que los protagonistas son pastores y que cantan sus penas de amor. En esta entrada hablamos sobre ellas.
Sin embargo, como hemos dicho arriba, Garcilaso fue hombre de armas y participó en numerosas batallas y asedios. Entró a servir en la corte en 1520 y participó en la Guerra de las Comunidades de Castilla, en el cerco de Toledo (1522) o en la Jornada de Túnez, donde fue herido de gravedad.

La muerte


Esta le sobrevino en la expedición contra Francia de 1536, en la que fue nombrado maestre de campo. Él y sus hombres (unos tres mil soldados de infantería) asaltaron una fortaleza custodiada por una torre cerca de Le Muy, en la Provenza francesa, y acordaron para ellos arribar las escalas para subir por la muralla. Garcilaso fue uno de los primeros que subió, haciendo uso únicamente de una rodela como arma defensiva.
Cuando los de la torre se dieron cuenta, dejaron caer una gran y gruesa piedra que fue a parar al centro de la escala y la rompió. El poeta y otros de sus hombres cayeron al foso desde gran altura y a causa de los golpes se hirió gravemente en la cabeza.
Su agonía duró veinticinco días y, presa del dolor y de la rabia, el emperador Carlos V mandó ahorcar a la guarnición como castigo.