Ella manifiesta, refiriéndose a su marido poeta: “Cantar el secreto de la vida y de la muerte, decía, quiénes somos de dónde venimos a dónde vamos, pero dura es la frontera, la pluma se rompe contra las puertas de bronce que esconden el destino, y así nos quedamos fuera devanándonos los sesos sobre el transcurrir y el permanecer, sobre ayer sobre el hoy y el mañana, y la pluma sólo sirve para llevársela uno a la boca y chuparla.”
Para él la poesía tiene que escudriñar el secreto de la vida, rasgar el velo, abatir las puertas, tocar el fondo del mar donde se esconde la perla, dice Eurídice. ¿Cómo iba ella, que ha experimentado que tras la puerta no hay nada nuevo, a regresar y aguarle la fiesta? De revelarle su descubrimiento, vería un hombre acabado, un poeta condenado al silencio por habérsele robado el tema. Prefiere dejarlo en manos de la poesía, vano intento de rasgar las vestiduras a la verdad desnuda.
Imagen de Pedro Guerra.
Fuente: El Quinqué. La Provincia-Diario de Las Palmas.