La vida luego de la muerte siempre ha constituido uno de los enigmas que embrujan la existencia humana, el deseo irremediable de eludir el fin y alcanzar la inmortalidad ha fomentado el nacimiento de incontables leyendas y tradiciones a lo largo de la historia.
Preservar el cuerpo a través de la momificación para alcanzar la presunta y anhelada eternidad después de la ineludible muerte, constituyó una práctica funeraria extremadamente común en el antiguo Egipto y varias zonas de América, legando a la humanidad cuerpos perfectamente conservados y cargados de historia. Al pensar en momias nuestra mente se llena de arenas desérticas y las pirámides comienzan a alzarse en la distancia, pero muchos de estos difuntos preservados por tanto tiempo han recorrido un largo camino que después de la muerte les ha llevado a las mas impensables costas.
Las momias de Cuba:
Varios cadáveres de nacionalidades diferentes conforman la población de momias que residen cómodamente, desde hace ya varios años, en la isla.
La primera tiene su hogar en el habanero Museo Antropológico Montané, bautizada comúnmente como "minero peruano" es una momia perteneciente al sexo masculino, llegada ala institución en 1975, con toda la documentación pertinente indicando que era un hijo legítimo del país andino, que falleció en un accidente de minería. Sin embargo estudios mas profundos realizados en base a su ADN revelaron que tales afirmaciones eran erróneas, y la presencia de un halogrupo H,indicó que sus genes pertenecen a la zona de las Islas Canarias, descartando su procedencia del antiguo Perú.
En Sancti Spíritus nos recibe un guerrero con más de ochos siglos de antigüedad, descubierto en 1976 y
Tatuado en manos y muñecas, denotando su función dentro de la sociedad, decapitado por razones aún desconocidas el guerrero Chancay nos acoge desde su urna de cristal en el Museo de la Naturaleza y el Hombre a 350 km de La Habana y miles más de su patria natal.
Casi al final de nuestro archipiélago nos esperan tres momias con trayectos e historias diferentes pero coincidentes en cuanto a peripecias y viajes acontecidos hasta llegar a su reposo definitivo en la urbe santiaguera.
La primera, supuestamente la única de su tipo en el país y el área del Caribe, una momia egipcia comprada en 1912 por Emilio Bacardí y traída a la patria junto a otros objetos de esa cultural ancestral,que incluían vasijas y algunas figuras de los dioses Ra y Siri.
Las momias fueron compradas en 1920 en Panamá y traídas a la isla por un comerciante español, quien las almacenó en grandes cajas azules, trasladándolas por diversos territorios, hasta que luego de su muerte fueron donadas, al museo donde fueron puestas en exhibición en sus lechos de vidrio.
También forma parte de la colección una cabeza reducida de los shuar de la Amazonia ecuatoriana.
La momia cubana
Entre tantas momias de culturas ancestrales, presentes en la isla no podía faltar una cubana, no pertenecía a los orígenes de nuestra civilización, que no acostumbraba a tales costumbres funerarias, diferente al resto de las que se conservan, dicho cadáver obedece a una señora embalsamada para que sus familiares pudiesen despedirse de ella.
Josefa Ponce de León Heredero, nacida en 1815 en Guanabacoa y fallecida en 1872. Su cadáver fue descubierto por azares del destino durante una limpieza de nichos en el cementerio de Matanzas, donde fue enterrada, el hallazgo conmocionó a la ciudad, y muchos de los pobladores, desfilaron frente al cuerpo en los días siguientes.
Las autoridades decidieron dejar a la momia en el camposanto, pese al revuelo que despertó en la población. Hasta que 15 años más tarde un demente profanó la tumba, robó la cabeza de la Sra. Josefa y se la llevó a casa, donde se ensañó a martillazos con ella, un vecino denunció el acto y la cabeza destrozada del cadáver fue recuperada y devuelta al cementerio.
Ercilio Vento, destacado forense y antropólogo respondiendo a las súplicas del director del cementerio, construyó una caja especial para garantizar la conservación de la momia y se la llevó a su residencia privada, donde realizó una exhaustiva restauración de la dañada cabeza, hasta que en el 2005 se trasladó la momia al Museo de Matanzas, donde descansa eternamente en una sala ataviada con galantes cortinas púrpuras y luces tenues para amenizar su sueño perpetuo.