Catalogo este artículo en la categoría «Ciencia» porque, estando ya en la era de acuario, es la ciencia la que nos vienes a demostrar lo que durante tanto años se debatió desde el marco del «yo creo», de la era de piscis.
La muerte se nos vendió como una posibilidad de ir al cielo o al infierno, según nos hayamos comportado durante nuestro paso por este plano, por esta vida.
Las religiones tenían que cumplir con su función reguladora de la moral. El ser premiado o castigado por Dios, era algo que se regía por las leyes morales de cada región; y si aquella persona dejaba de temerle al hecho de ir al infierno después de morir, entonces las leyes de los hombres se encargarían de hacerle vivir un infierno mientras durara su estancia en La Tierra.
Ya sea por manipulación o por simple y vulgar ignorancia, hasta ahora nos hicieron creer que la muerte se trataba de una desaparición absoluta y definitiva de un ser vivo.
Hoy en día ya se sabe que la muerte (como la conocemos hasta ahora), sólo existe para el cuerpo, es decir, que como somos energía (y también vibración e información) y la energía no muere sino que se transforma, entonces muere el contenedor de esa energía, pero la energía se escapa, transformada, para seguir a un rumbo hasta ahora desconocido.
Estoy de acuerdo entonces, con que dejemos de sufrir cuando alguien amado parte de este mundo. Podemos vivir y procesar el dolor que nos causa la ausencia, claro que sí, porque al fin y al cabo es doloroso desacostumbrarse a no estar más con alguien a quien amamos, pero no tenemos que sufrir, eso no.
La muerte no existe y es absolutamente probable que nos reencontremos en otra vida con nuestros seres más amados. Al parecer «viajamos en grupo», a través de un tiempo que tampoco existe.
¿Qué existe entonces? La felicidad: algo que, una y otra vez, nos han negado reconocer como la verdadera razón para decidir venir hasta acá.