Esta es probablemente la novela de estilo detectivesco más veterana que haya leído. De hecho algunos expertos la reconocen como la primera novela en la que se sigue una clara pauta de investigación “detectivesca” con el objetivo de esclarecer un crimen. Estoy hablando de “La Dama de Blanco” del escritor británico Wilkie Collins. La escribió ni más ni menos que en 1860 y, a pesar del mucho tiempo transcurrido, sigue ofreciendo una lectura más que entretenida, “enganchante” por momentos.
La novela tiene además la particularidad de estar narrada en primera persona por algunos de sus personajes. La historia se va contando de la mano de sus distintos protagonistas en algunos casos como si de un diario personal se tratase y en otros de forma parecida a una declaración judicial.
La técnica y calidad literarias de Wilkie Collins son simplemente exquisitas y sólo por ellas se justifica leer la obra. El lenguaje rico y cortés al extremo utilizado por las clases altas británicas de la época hacen que nos preguntemos si realmente se está produciendo un empobrecimiento lamentable en la forma que tenemos actualmente de usar el idioma. Además de la calidad literaria, la trama en sí es también merecedora de un crítica positiva. Es compleja pero no complicada. Es en general ágil y fluida y la sucesión de acontecimientos se va acelerando de forma progresiva a medida que avanza la historia. Hay elementos románticos que se mezclan con partes de acción, muy al estilo de las novelas del siglo XIX. Cuenta con una extensa lista de protagonistas, cada uno con su personalidad bien marcada y detalladamente descrita por el autor.
En conclusión, una obra más que recomendable por multitud de razones y que además nos permitirá decir que hemos leído la primera novela detectivesca de la historia. Destaca entre ellos el Conde Fosco, un excéntrico personaje de origen italiano con una gran pasión por la comida. Extremadamente goloso, estoy seguro de que más de uno de los edulcorantes y dulces que tenemos en Cocinista le hubiesen gustado.