Piensa en el Infierno y en si será así. Cree que los castigos del Demonio están hechos de imaginaciones humanas. Solo los humanos saben lo que significa despojar a un ser humano de su humanidad. Cree que el Demonio tiene cierta pureza que los humanos nunca poseen. Cree que el fervor divino es ridículo porque existe para ocultar esto: esta celda apestosa, aciaga y sofocante. La vida es una celda apestosa, aciaga y sofocante. ¿Por qué fingimos? Huele a fresas. Sabe que se está volviendo loca. Que venga la lluvia. (Pág. 83).Cuando leí La niña del faro supe que acababa de descubrir a una gran escritora, una voz tremendamente singular a la que querría regresar una y otra vez. Jeanette Winterson (Manchester, 1959), hija adoptiva de una pareja evangélica, se marchó de casa a los dieciséis años para vivir su primera relación con una chica, experiencia de la que más adelante nació Fruta prohibida (1985), su ópera prima. Desde entonces ha publicado más de veinte libros entre novelas, recopilatorios de cuentos, ensayo y memorias, que la han convertido en una de las autoras inglesas más relevantes de su generación. En sus obras trata con frecuencia el tema del lesbianismo y explora diversas épocas históricas desde una perspectiva muy personal, como en La mujer de púrpura, su publicación más reciente. No obstante, precisamente su originalidad, ese lenguaje mezcla de fantasía y realidad, le puede jugar malas pasadas por alejarse bastante de los parámetros habituales de la narrativa. Por eso comienzo esta reseña con una advertencia: esta novela puede resultar fascinante, pero también es extraña, no apta para quien busque una historia contada de forma convencional. Aquello de que la forma importa más que la trama cobra más importancia que nunca.
Jeanette Winterson
En consecuencia, animo a leer La mujer de púrpura a los seguidores de Winterson, a los que alguna vez ya se han maravillado por su prodigiosa sensibilidad, por ese tono tan personal y sugestivo. No me atrevo a recomendarla a quienes no la han leído nunca porque, aunque me ha gustado mucho, no la considero representativa de todo lo que esta autora puede dar de sí (para leerla por primera vez optaría por La niña del faro, por ejemplo). Además, acercarse a ella supone aceptar que dos más dos no siempre son cuatro; su universo está completamente alejado del realismo al que estamos habituados y esto puede jugar en su contra. En cualquier caso, yo he disfrutado de todas estas particularidades y he confirmado que las impresiones que tuve cuando la descubrí no eran equivocadas: Jeanette Winterson sigue y seguirá en un lugar destacado de mi estantería.