La mujer del abanico de Goya

Publicado el 12 marzo 2015 por Jorge Luis Barrios Mejia @BlueScire

Francisco de Goya y Lucientes fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. El arte goyesco supone, asimismo, el comienzo de la Pintura contemporánea, y se considera precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX.
Como retratista de la Corte, Goya no se mostró más complaciente que Velázquez; sus imágenes sarcásticas pusieron en evidencia las taras físicas y morales de los modelos, como si de modelos de toda la humanidad en decadencia se trataran. Sin embargo, en el caso de retratos femeninos como los de la Solana, la duquesa de Alba o la condesa de Chinchón, la desesperación cede ante una búsqueda vital y pictórica emprendida bajo el signo, no tanto de la angustia como de la melancolía, y en la que el estilo y el color dominante están estrechamente relacionados con el significado.

Este retrato, La Mujer del Abanico, adquirido por el Louvre en 1858, es una representación de busto de una mujer joven desconocida, tal vez la nuera de Goya. La obra debe datar de los años 1805-1807, pero en ella encontramos, si no el sentimiento de lo sobrenatural que emanaba de La Solana, por lo menos las armonías grises que encantaron más tarde a Edouard Manet, realzadas por la sugestión de la transparencia perlada de la carne.

La actitud convencional y el tratamiento sobre un fondo liso muy simple dan, de hecho, ocasión para una obra maestra en la cual se establece una notable diferencia entre lo “acabado” del rostro y la modernidad de la pincelada en el tratamiento del vestido.