El subgénero prostibulario en México es único dentro de la cinematografía mundial. Películas emblemáticas como Santa en sus cuatro versiones (18,31,43,69), la mancha de sangre de Adolfo Best-Maugard–película considerada maldita y censurada durante muchos años- o la que nos ocupa, conforman un imaginario del pecado y la prostitución. La explicación es simple: la santidad de la madre mexicana, combinada con un machismo extremo y la religión jugando un papel importante en la conformación de la culpa y el pecado, desencadenan en una forma de hacer cine muy socorrida en los primeros tiempos del cine mexicano y hasta el momento inagotable manantial de temas.
AnálisisDesde el principio sentimos una atmósfera poética dentro del encuadre en plano entero, en medio de los trigales, a Andrea Palma y Francisco Zárraga. La iluminación y su vestido de organdí de un blanco impoluto, nos colocan en una especie de Arcadia, de Paraíso de la felicidad y la dicha que después será corrompido. Resulta evidente la influencia del expresionismo alemán y el parecido de la Palma a Marlene Dietrich. De hecho, cuando Andrea trabajó en los Estados Unidos, fue maquillista de la estrella alemana. También se siente la influencia en las imágenes del realismo poético francés, cuyo adalid fue el gran Jean Renoir. El filme desborda primeros planos para acentuar el carácter dramático de la obra. Una toma de antología; en exterior, plano entero, el ocaso y las dos figuras casi en negro, arriba del nivel de la vista. Encuadre magnífico. La sobreimpresión de imágenes es bastante buena y los guiños al cine mudo como la caracterización del padre de Andrea -don Antonio-,las tomas en la casa del enfermo, y las cortinillas que abren y cierran con figuras geométricas, son de primera factura. Al igual que todos los fundidos. En cuanto al montaje, la impronta de Eisenstein aparece enseguida. Contemplamos, por ejemplo, el efecto Kuleshov en un acercamiento a las monedas y escuchando toser al padre de la protagonista o la vida que se consume al igual que la vela. Y sentimos que Boytler, el director tiene conocimientos sobre mitología. Las viejecitas hacen clara alusión a las Moiras de la mitología griega.
Otra influencia en específico, es el director de origen alemán Josef von Sternberg. Concretamente de sus películas: El ángel azul, Marruecos y Shangai Express. En otro orden de ideas, la forma de tratar el tema se liga al tremendismo. Podemos localizar en el filme varias escenas en donde la protagonista tiende más bien a la exageración y a una cierta inverosimilitud. La música lo acentúa con las melodías trágicas de los violoncelos y de los bajos y la crudeza del tambor. El maestro Esperón capta perfectamente la inminencia de algo nefando que ocurrirá pronto. Podemos también encontrar algunas bajas en la obra, como errores en el raccord. En la escena en donde van los marineros a divertirse y de repente, sin avisar cambia en segundos de la noche al día y luego a la noche nuevamente. Este tipo de detalles hacen que la película sea irregular. Ejemplos: las actuaciones de los marineros –exceptuando a Soler y a un viejito muy simpático francés-, la de las damas de noche, los cómicos en el cabaret. Empero, la obra tiene momentos sublimes, poéticos, sobrenaturales, fantásticos y de altísimo nivel en el inicio en los trigales, cuando el padre está enfermo en el negocio de féretros, las tres viejas-moiras en la vivienda de Rosario. Y una secuencia digna del mejor cine: el carnaval que se desarrolla en contrapunto al funeral de don Antonio, en donde Andrea Palma hace una actuación digna de una diva del celuloide. O el momento en que está parada en el quicio de una puerta con el cigarro en la mano, vestida ya de negro, ojos lánguidos, rostro taciturno, sacerdotisa guardando un misterio –símbolo de la degradación y la corrupción de la Arcadia original-, con sobreimpresiones de la gente que pasa y la canción de “vendo placer a los hombres que vienen del mar”, interpretada por la hermana del director Lina Boytler. Y una de las escenas finales estupenda, con un primerísimo primer plano de Rosario iluminada como una diosa y luego en el malecón…
Por un lado, es una Película discontinua, con ciertas escenas de relleno, algunos momentos un tanto tediosos y con fallas en la forma de editar. E instantes sublimes, incluso de proporciones míticas y de un cine de primerísimo nivel. Otro ejemplo es el manejo de la luz en lo referente al modelado de los rostros o la luz contornual. El trabajo de sonido es muy eficiente y tomando en cuenta la época, es un trabajo muy bien logrado. Se puede afirmar que es una película de clara influencia rusa y alemana, principalmente. Aunque el director tomó ciertas enseñanzas de Fernando de Fuentes, en esta obra se respira toda la estética cinematográfica europea.Georges Sadoul, el gran historiador de cine de origen francés, dijo que esta película lo cautivó. Luz Alba, la injustamente olvidada crítica de cine anotó: “Es la primera película nacional que verdaderamente merece el calificativo de excelente, o por lo menos puede aplicársele a una parte de ella”.
DirectorProductor, guionista y director ruso nacido en 1895. Nació en Moscú. En los años veinte hizo comedias mudas. Fue colaborador de Eisenstein y estudió con Stanislavski.
Filmografía escogidaRevista musical 1934Celos 1935¡Así es mi tierra! 1937Águila o sol 1937Amor prohibido 1944
FichaUna producción de: Eurindia FilmsGénero: Melodrama de cabaretDuración: 76 min.Sonido: MonoauralDirección: Arcady BoytlerCodirección técnica: Raphael J. SevillaProducción: Servando C. de la GarzaGuión: Antonio Guzmán Aguilera (Guz Águila), inspirado en el cuento "Natacha" de León Tolstoi y el cuento "Le port" de Guy de Maupassant; adaptación: Antonio Guzmán Aguilera y Raphael J. Sevilla; diálogos: Antonio Guzmán Aguilera y Carlos de NájeraFotografía: Alex Phillips; fotos fijas: Gabriel FigueroaMúsica: Manuel Esperón