Su talento fue suficientemente formidable como para ganarse el respeto de algunas de las mentes más brillantes del siglo XX, a pesar del sexismo de aquel tiempo.
Pero aún así, la historia la ha tratado con menos consideración que a su colega en Bletchley Park, la Escuela de Códigos y Cifrado del gobierno de Reino Unido (GC&CS, por sus siglas en inglés), situado a 80 kilómetros de Londres.
Alan Turing, a diferencia de la desconocida Clarke, es recordado como un héroe.
Sin embargo, la británica trabajó en el centro neurálgico para quebrar el tráfico de los mensajes enemigos, aquellos creados por los cifradores alemanes con una máquina llamada Enigma.
El enigma alemán
Enigma fue creada por el ingeniero alemán Arthur Scherbius a finales de la Primera Guerra Mundial y disponía de un mecanismo de cifrado rotatorio, que permitía usarla tanto para cifrar como para descifrar mensajes.
A partir de 1930 la adoptaron las fuerzas militares de Alemania y se usó ampliamente por su facilidad de manejo y supuesta inviolabilidad.
La también matemática fue una experta en Enigma y gracias a su dedicación fue ascendida a subdirectora del Hut 8, el departamento del GC&CS dedicado a descifrar los mensajes de la Armada alemana creados con dicha tecnología.
Clarke y Turing fueron amigos y confidentes durante toda su vida y, durante un breve tiempo, estuvieron prometidos.
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En 1939 Clarke fue reclutada para el GC&CS por uno de sus tutores en la Universidad de Cambridge, donde había obtenido un doble título en Matemática.
Como era típico con las chicas de Bletchley (se les decía "chicas", no "mujeres"), al principio le asignaron un puesto de secretaria por el que le pagaban unos US$3 por dos semanas, bastante menos que a sus homólogos masculinos.
En pocos días, sin embargo, destacó por sus habilidades e instalaron un escritorio extra para ella en la pequeña habitación del Hut 8 ocupado hasta entonces por Turing y un par de empleados más.
Para poder cobrar por su nuevo puesto, Clarke tuvo que ser clasificada como lingüista, ya que la burocracia del funcionariado británico no tenía protocolos para emplear a una criptoanalista mujer.
Con gran gusto rellenaría después los formularios: “grado: lingüista, idiomas: ninguno”.
Salvar vidas
Los mensajes cifrados de la marina eran mucho más difíciles de "romper" que el resto de los códigos alemanes.
Estas comunicaciones a las que se dedicaban Clarke y sus colegas estaban a menudo relacionadas con los submarinos que perseguían a los barcos aliados encargados de transportar tropas y suministros desde Estados Unidos a Europa.
La tarea de Clarke era romper el cifrado de estos en tiempo real, uno de los quehaceres con más presión de Bletchley.
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El beso de Turing
Durante ese tiempo, la relación de Clarke y Turing se hizo más estrecha y solían coordinar sus días libres para poder pasar más tiempo juntos.
En 1941 Turing le propuso matrimonio, aunque el compromiso duró poco.
“Hicimos varias cosas juntos, fuimos al cine y tal, pero ciertamente fue una sorpresa cuando me dijo: '¿Podrías considerar el casarte conmigo?'”, contó Clarke en una entrevista para un documental de la BBC en 1992.
A pesar de lo inesperado de la propuesta, no dudó en decir que sí.
“Después él se arrodilló ante mi silla y me besó, aunque no habíamos tenido mucho contacto físico hasta entonces”, recordó.
“Al día siguiente supuse que iríamos a pasear, pero después del almuerzo me dijo que tenía una tendencia homosexual”.
Y prosiguió: “Naturalmente, esto me preocupó un poco, porque sabía que era algo permanente, pero seguimos adelante”.
Sin embargo, unos meses después Turing rompió el compromiso, seguro de que el matrimonio fracasaría.
Pareja de “raros”
Por encima de todo, siguieron siendo amigos hasta que él murió, en 1954.
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De hecho, compartían pasiones, como el ajedrez, los rompecabezas, la botánica y, en una ocasión, tejer.
Olvidada por la historia
Debido al secretismo que aún rodea a Bletchley Park, no se conoce la verdadera dimensión de los logros de Clarke.
A pesar de que en 1947 recibió la Orden del Imperio Británico, una condecoración otorgada por la reina, por su trabajo durante la Segunda Guerra Mundial, nunca buscó ser el centro de atención.
Murió en 1996, sin casi haber contribuido al relato sobre el proyecto Enigma.
JOE MILLER
“Joan Clarke, la mujer que descifró el enigma alemán en la Segunda Guerra Mundial”
(bbc, 11.11.14)