La mujer interesante, según ortega

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

Silvina Ocampo

“La mujer elegante, con frecuencia, no es la más interesante (…) La elegancia se convierte en un oficio y, a fuer de tal, en una servidumbre, la más dura y constante. La «elegante» está todo el día al servicio de su elegancia (…) Ya esto basta para que no pueda interesar. La admirable mujer que ahora nos preocupa revela en todo su ser un tesoro compuesto de horas de soledad. Se ve que abre en cada jornada un largo espacio para sí, que se liberta de «los demás» (…) Esta mujer se ve que no va a todas partes, que no acepta el repertorio común de posibilidades, sino que elige y se queda con algunas, muy pocas. Y este divino gesto de elegir —dejar muchas, retener una— domina toda su persona. En su traje, las modas colaboran, pero rebajadas en un tono, como si una mano puesta sobre ellas las hubiese vencido. Y, sobre todo, la máxima diferencia: las demás mujeres que hay aquí parecen estar aquí enteras. Esta, en cambio, permanece ausente; lo mejor de sí misma quedó allá lejos, adscrito a su soledad, como las ninfas amadríadas, que no podían abandonar el árbol donde vivían infusas. He aquí la razón de nuestro interés. Interesa lo que se presume y no se ve” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Notas de vago estío”, en “El Espectador”, Vol. 5, O. C. Tº 2, Alianza, p. 450