La mujer que casi eliminó las armas nucleares

Por Cooliflower

La mujer que casi eliminó las armas nucleares

29 de enero de 2016

Su nombre será eterno en Wikipedia, eso es seguro. Que alguien sea recordado se consigue por exceso de algo, sin importar demasiado el qué: exceso de poder, talento, maldad o goles anotados. La cualidad de esta gallega, su algo, fue sobredosis de perseverancia. Pidió durante 35 años el fin de las armas nucleares. Y estuvo cerca de conseguirlo.

La pequeña parada de Conchita se había convertido en un icono turístico. Instaló el campamento en la década más deslustrada de la historia reciente. Era la época de la administración Reagan. Los alegres y psicotrópicos años sesenta alargaron la fiesta del LSD, tanto como duró la pata de elefante. La resaca de la juerga liberadora (luego, liberal) se sufrió en los años ochenta. A falta de alegría salvaje, muerto el amor libre con ayuda del sida, llegó la época del culto al dólar.

El conservadurismo se instaló para quedarse, movido por los mismos hippies que habían defendido una versión teletábica de las drogas y el sexo. En las ofertas de trabajo se solicitaban ejecutivos agresivos. Los ex-flowerpower se quitaron la boba sonrisa con una apretada corbata sintética, esnifaron un par de tiritos, y diseñaron un futuro de bonos basura para sus nietos. No hay persona más gris que la que acumula mala conciencia

Conchita Martín, Connie Picciotto, la gallega de la que casi nadie se ha molestado en buscar su apellido de soltera en el copia-pega de su necrológica, se sentó delante de la Casa Blanca, maltratada por la vida, y allí permaneció pidiendo el fin de las armas nucleares. Su visión del mundo era tan real que fundió en parte su razonamiento; el injusto orden mundial fue el particular libro de caballería de esta Quijote viguesa.

Y habrá quien diga que su gesto quedó en poco, en una mera anécdota frente a la Casa Blanca. Les hará gracia la noticia un par de horas y se centrarán en descentrarse, como buenos ciudadanos estándar. Otras personas preferimos llevarnos por el lirismo de los datos: Desde su acampada a esta parte, las armas nucleares mundiales se redujeron dos tercios. Atribuyámosle el mérito a ella, a la mujer que nunca abandonó su empeño.

Si hubiera vivido cien años, Conchita, la superheroína, habría acabado con todas las armas nucleares.