A Eloísa y Matilde, mis valientes maestras,
Amadas hijas,
Hoy siento un compromiso con ustedes,
El compromiso de ser yo
La mujer que soy.
Más allá de las expectativas, de las normas sociales o de la personalidad que he ido forjando para poder sobrevivir.
Siento un llamado a trascender la constante búsqueda de aprobación, que ya no necesito, y dejar de esconderme por miedo a ser juzgada.
Navegando en mis sombras he visto como tantas veces me he invisibilizado por un miedo profundo a dañar a los demás o como me cerrado protegiéndome del dolor y la soledad. He podido reconocer como me he sentido incómoda siendo mujer, cargando con todo lo que la historia le pone a este género y creyéndome inadecuada e incapaz de encajar en los moldes propuestos.
No sé muy bien por qué, pero al parecer así funcionamos los humanos. Vamos heredando creencias y repitiendo historias para sobrevivir en un mundo que a veces parece tan hostil. Creemos amar, pero estamos completamente confundidos. Nos identificamos tanto con nuestros personajes y nos olvidamos de lo que somos. Sobrevivimos, más que vivir.
No lo entiendo muy bien, por más que he intentado. Sospecho que tiene que ver con este profundo dolor de sentirnos separados del Amor. Entonces vamos por la vida buscando desesperadamente sentirnos completos nuevamente. Hacemos lo que sea.
Amadas hijas,
Para mí es muy difícil de comprender por qué esto pasa. En todo caso pasa.
Lo bueno amadas hijas, es que a veces, uno puede presenciar el milagro de darse cuenta de todo esto y empezar a despertar.
Es como cuando se despiertan de una pesadilla y se dan cuenta de que solo estaban soñando. Así es. A veces vivimos en una eterna pesadilla, creyendo que la vida es sufrimiento, esfuerzo, escasez y miedo y que tenemos que hacer malabares imposibles para ser felices. Pero eso no es mas que un terrible sueño. Como si estuviéramos metidos en una burbuja nublada que no nos deja ver y nos hace creer que todo es muy difícil.
Amadas hijas,
No lo es.
Por eso mi compromiso con ustedes es ser la mujer que soy.
Abriendo mi corazón y entregándome al mundo para que en resonancia todos vayamos despertando y reconociendo el Amor que ya somos. Que no necesitamos buscar en ninguna parte.
Ser lo que no somos es cómo usar zapatos que nos aprietan. Duele mucho y no podemos caminar bien. Terminamos con ampollas en los pies, rindiéndonos y quedándonos quietos para evitar que nos siga doliendo.
Amadas hijas
Ya no quiero seguir usando zapatos que aprietan, solo porque otros crean que son los mejores zapatos. O porque crea que si no los uso no me van a aceptar y querer. O porque crea que haré felices a otros al usarlos. Porque nada de esto es verdad. Nada puede ser mejor para mi y para todos, que usar diferentes zapatos. Unos que me queden bien. O quitármelos y caminar descalza cuando sea posible. Porque así puedo caminar, correr, saltar y bailar. Moverme en libertad. Sentir el piso bajo mis pies. La tierra o el agua o tantas diferentes texturas que hay en el mundo.
Hoy, Amadas Hijas,
Ser la mujer que soy, es ser la mujer de corazón abierto. La que ama expansivamente.
La mujer sabia, espiritual. La bruja, esotérica, facilitadora de conexiones cuánticas, canal y exploradora del mundo energético.
La mujer inteligente, estudiosa, amante de los libros y que siempre busca explicaciones.
La psicóloga. La existencialista apasionada por los miesterios de la humanidad y del universo. A la que justamente la psicología se le queda corta.
La mujer que también es masculina y a la que los círculos solamente femeninos no le atraen tanto.
Esa mujer que no le gusta ser ama de casa, la desordenada y que no tiene interés en cocinar.
La que ama a sus hijas inmensamente y a veces no quiere cuidarlas y estar con ellas. La que ama el silencio y estar a solas y que no puede ser mamá de tiempo completo.
La mamá de la cicatriz en su útero, que no parió, ni amamantó. La que se reinventa el rol día a día trascendiendo la maternidad que la cultura impone. La que libera a sus hijas de la carga del sacrificio. La mujer que trabaja, pero que no puede tener un horario fijo. Esa que ama su trabajo tanto como ama su libertad.
La mujer esposa, que no es esposa, porque no concibe estar esposada a nadie. Esa que explora cada día como vivir en pareja sin perderse a si misma. La que se es fiel a si misma.
La mujer dispuesta a competir si la quieren aplastar. La que saca su voz y expresa lo que piensa y siente. La que también calla si cree que es mejor o si a veces tiene ganas de protegerse.
La mujer que elige sus relaciones sin obligarse a permanecer, alejándose de envidias y malas intenciones que solo intenten disminuirla.
Esa, a la que le encanta viajar, conocer el mundo, disfrutar de la comida y de las sensaciones.
La mujer sexual, que asume su placer y deseo, la que deja de temerle al arquetipo de la puta, la mujer fuego. La que ama su cuerpo y se adueña de él.
La que acepta y agradece su historia, honra a su padre y a su madre y sana lo que ya no le pertenece.
La mujer que teme, la que se equivoca, la tantas veces incoherente, la que se contradice y que una y otra vez se para con los ojos en alto.
La celosa, la envidiosa, la tirana, la cruel, la cruda, la iracunda, la gritona, que reconoce sus oleajes y retoma su centro. Aunque a veces le tome tanto tiempo.
La mujer dulce, tierna, amorosa y contenedora. Que a veces está disponible y a veces no.
La altamente sensible, que tantas veces le duele el mundo en la piel. La trascendental, que a todo le busca sentido y conexión.
La escritora, la poeta, la cantante desafinada, la artista insegura, la bailarina cohibida. La del pánico escénico que se para temblando de todas maneras.
La mujer torpe, que tantas veces nos sabe cómo vivir en el mundo, la etérea y soñadora.
Esta y tantas que se asoman. Unas que mueren y otras que nacen.
La que es mujer solo por darle un nombre pero que al final a cada paso descubre que es indefinible. Que no cabe en ninguna categoría, porque es todo en potencia y que nada de eso importa si simplemente ES.