La multa vale, pero la cita...

Por Pilarm
Ver para creer. O en este caso, leer para creer.
Una de estas historias surrealistas que uno se piensa que no pueden ocurrir en la vida real, ha pasado, concretamente en Estados Unidos -dónde sino-. Una mujer ha denunciado a un policía que la multó por pedirle una cita. Normal, después de ponerte una multa a ver quién es el guapo que acepta con el cabreo encima.
La anécdota no pasaría de ahí si no fuera porque el policía en cuestión no puso la multa y luego preguntó, no. El agente de la ley extendió el papelito y se ve que le gustó tanto la señorita que decidió dejarle una nota escrita en el parabrisas del coche mientras éste estaba aparcado en un parking -valga la redundancia-.
La nota en cuestión decía:
Hola, soy Chris, el agente feo y calvo de Sitckney que te puso una multa. Ya sé que esto te va a parecer una locura y seguramente tengas razón, pero lo cierto es que no he dejado de pensar en ti desde entonces. No espero que una chica tan atractiva como tú esté interesada en un tipo como yo, pero al menos voy a intentarlo. Oye, te costé 132 dólares. Lo menos que puedo hacer es invitarte a cenar.
¿Y cómo llegó el papelito al coche dos días después? Sencillo, el poli había usado la información del vehículo para rastrear toda la información posible de la mujer. Pone los pelos de punta, ¿verdad? Claro que a lo mejor lo vemos en una película y nos hace gracia o hasta nos parece romántico, pero no nos engañemos, no lo es. Da más mal rollito que encontrarte en un pasillo a oscuras y de noche a Miércoles Addams.
Conclusión, la chica ha denunciado al policía, al jefe de policía del lugar en cuestión y al pueblo entero. Desconocemos el resultado final de toda esta historia, pero estoy segura de que a alguien se le han quitado las ganas de ligar para toda la vida.
Yo es que no sé en qué piensa la gente, con lo fácil que es mandar todas las semanas una carta de amor y esperar en el portal a que vuelva mientras le gritas en plena calle: ¡Una cita, sólo una cita! Y te ahorras investigación y malinterpretaciones, ¿qué no?