La Muralla de Antonino, el último confín romano

Por Ireneu @ireneuc

Muralla de Antonino

Quien esté un poco puesto en el Imperio Romano, sabrá que los romanos llegaron hasta la actual Gran Bretaña y que para protegerse de las tribus que vivían en la tierras altas escocesas (las cuales no hacían más que molestar) decidieron levantar una muralla de costa a costa, la cual marcaba el límite norte del imperio; esta construcción es la conocida como la muralla de Adriano. Sin embargo, esto no es del todo cierto, porque en realidad, unos kilómetros más al norte existe otra muralla levantada por los romanos también de costa a costa y con idéntico propósito: la Muralla de Antonino.

150 km las separan

Los romanos, en su proceso de expansión por la isla de Gran Bretaña se toparon con las tribus autóctonas, a las cuales se fueron enfrentando a medida que admitían o no la dominación de los ocupantes extranjeros. El Imperio acabó por reducir a un gran número de estas tribus, pero cuanto más al norte iban, más fieros los encontraban y ante los problemas que daban, se decidió poner una barrera física que separara a los "salvajes" indígenas de los "civilizados" forasteros. De esta forma se levantó el conocido Muro de Adriano en el año 122 después de Cristo.

Corte transversal de la muralla

Pasados veinte años, los romanos pensaron que las tierras fronterizas ya estaban más o menos pacificadas y en el 142 d.C. el emperador Antonino Pío decidió correr la frontera unos 150 kms más hacia el norte, para lo cual empezó a construir una muralla de 60 kms desde el estuario del río Forth (en el Mar del Norte) hasta el Fiordo de Clyde, en la costa del Mar de Irlanda.

Reproducción de un fortín

Esta nueva muralla de entre 3 y 4 metros de altura fue construida con tierra y turba prensada sobre una base de piedra compactada, siendo coronada por una empalizada de madera y protegida en su parte norte con un foso. En el trayecto, se erigieron toda una serie de fortificaciones para controlar todo el perímetro de la muralla, y si bien la idea era hacer un fuerte cada diez kilómetros, pronto se vio que era insuficiente y se construyó uno cada 3 kms., con diversos pasos para el tránsito de mercancías y de tropas.

Cada cierta distancia había una placa

La construcción de la muralla duró unos 12 años y fue llevada a cabo por las legiones que estaban destinadas a Britania, es decir la II, la VI y la XX, las cuales dejaron numerosos testimonios de su construcción en forma de inscripciones, 20 de las cuales han llegado hasta nuestros días.

Fortín de Rough Castle y muralla

No obstante, y a pesar de esta defensa, los pictos (también llamados caledonios) continuaron hostigando a las tropas romanas, hasta tal punto que hacia el año 160 d.C. se decidió hacer recular las legiones romanas hacia el sur, desde donde se podría controlar mejor a las hostiles tropas pictas. De esta forma, la Muralla de Antonino quedó abandonada en beneficio de la más meridional y robusta Muralla de Adriano que, de esta forma, se convertiría en el límite norte efectivo del Imperio Romano.

Muralla Antonina

Sin embargo, la obsesión romana era la expansión hacia el norte y en el año 208 d.C. , después de una serie de ataques de los caledonios, un combativo Septimio Severo (ver Hatra, la batalla que ganaron los escorpiones ) decidió asegurar la franja al norte del Muro de Adriano, rehabilitando la Muralla de Antonino y ocupándola militarmente de nuevo. Esta nueva ocupación duró muy poco y unos años después, las tropas romanas volvieron a sus posiciones en la Muralla de Adriano, donde permanecerían hasta su abandono total en el año 383 d.C..

Base de la muralla

Al estar hecha de barro y turba, la muralla fue progresivamente desmontada por los agentes erosivos, quedando tan solo restos dispersos de los fuertes, los taludes y la base de piedra de la propia muralla, que son los restos que han sobrevivido al paso de los siglos y que sirvieron para que la UNESCO, en 2008, los declarara Patrimonio de la Humanidad. Declaración que ha servido para que se preserve un patrimonio histórico mundial que estuvo prácticamente olvidado durante casi 1800 años.

El último confín romano: el Muro Antonino


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