Es el título del reciente libro (primera edición en castellano de junio, traducido por Francisco López Martín) de Mark Evan Bonds, profesor de Musicología de la Universidad de Carolina del Norte y editor de la revista Beethoven Forum. Su subtítulo es El público y la música instrumental en la época de Beethoven. Está editado en Acantilado y es de agradecer que contenga índice onomástico para ulteriores consultas de los lectores.
La música como pensamiento ha sido considerado por el autor del superventas El ruido eterno, Alex Ross como "un libro fascinante" y por Scott Burnham, de la Universidad de Princeton, como "una obra absorbente".
Comienza su relato haciendo alusión a un libro de filosofía que en la portada llevaba una ilustración de Beethoven. Realmente es un comienzo acertado pues sintetiza bastante bien el contenido del libro. Puede la música -instrumental, se entiende- transmitir mensajes filosóficos? En su propio lenguaje?
Se centra en la época del XVIII finisecular y del XIX incipiente en la que se produce definitivamente (ya desde el Renacimiento se había iniciado ese camino) de la emancipación absoluta de la música instrumental respecto de la vocal, el sonido sin "mensaje" extramusicalmente hablando, y aborda el significado que tenía para el público de entonces.
Siempre tuve claro que escuchar música es una actividad intelectual del más alto nivel, es pensar, un modo de pensar con sonidos, abstracto, en su propio lenguaje. Por ello considero que expresa inteligencia, hasta tal punto que considero que si Beethoven hubiera preferido expresarse más a través se la palabra sería un pensador (en lenguaje no musical:) tan importante como Kant. De hecho se han realizado estudios sobre el C.I. de personalidades fallecidas como Mozart y Beethoven basados en la complejidad matemática, formal, estructural de sus realizaciones, de sus construcciones sonoras y sus puntuaciones eran superiores a las de muchos genios fuera del ámbito de la música. No en vano Pitágoras expresó que "la música es matemática oculta". Sólo hay que saber desentrañarla, profundizar en su interior con su propia herramienta de acceso, el análisis estructural musical y la escucha activa inteligente.
Realiza una travesía que va desde el marco estético de la época tratada, ese interregno citado entre las postrimerías clásicas y el advenimiento del Romanticismo, hasta cómo fue recibida en cuanto al significado atribuido por los oyentes de entonces, pasando por cómo se llegó a considerar la música una modalidad de pensamiento. Hace hincapié especial en un texto de Hoffmann de 1810, casualmente el año en que se organiza el primer festival de música en sentido moderno, un capítulo delicioso en el que se desgrana cómo se comenzaba a percibir la música de Haydn, Mozart y Beethoven de manera diferenciada y categorizando las obras orquestales de este último, en especial desde su V Sinfonía, como proyecciones de colectividades, del Volk, del pueblo (alemán en su caso, a la sazón no unificado políticamente, sí, podríamos decir, culturalmente).
Es un libro denso, para un acercamiento pausado y reflexivo, aunque está muy bien desarrollado y claramente vertido. Comentaré algunas ideas concretas que me han llamado la atención:
-un cierto desdén de Hoffmann por la música programática (tan cultivada precisamente a partir de él), por considerar la música pura con más poder y de necesaria independización de las demás artes (la poesía o lo visual);
-su agudo análisis de la unidad que existe en la variedad en la V sinfonía de Beethoven, su organicidad, como un árbol que se desarrolla a partir de una simple semilla, el celebérrimo motivo de dos sonidos y cuatro notas, que incluso podría llegar a compararse en la actualidad, en mi opinión, con la matemática fractal... Hoffmann opina que revela un "alto grado de reflexión" a pesar de que se presenta de manera podíamos decir hasta ambigua (los primeros compases estan en mibM? III I II VII? Sólo lo sabremos un pico después si continúa la escucha activa y atenta cien por cien... Al final la clave no está en los simples sonidos aislados sino en su relación. V III IV II ! Y lo que después sucede. Para Hoffmann, Beethoven alcanza una ordenación sublime, lo absoluto;
-la síntesis de opuestos es comparada con la ironía, en sentido lato, que supondría la obra completa del maestro alemán, una suma de tragedia y comedia que es más que la adición de estas dos partes... Músicas dispares que en su yuxtaposición forman un todo superior;
-pensadores como Rousseau, Hegel o Kant no encontraban en la música instrumental un status superior, la supeditaban a la palabra, sin embargo, poco a poco, escuchar música instrumental fue asimilándose al acto de pensar, de conocer. Actualmente ya no queda duda -a las perdonas inteligentes, claro está:) - de la importancia de la música al margen de textos como medio para desarrollar la inteligencia, tanto musical como general;
-en aquella época se asociaban las sonatas beethovenianas con la expresión del individuo y las sinfonías con la de los grandes grupos, una puesta en común de ideas diversas en un único "coro sin palabras de muchos instrumentos diferentes" que representarían a los individuos como grupo. Realmente el mensaje de las obras musicales, ya solísticas/camerísticas, similares, ya de gran formación, proporcionaron a muchos pensadores el objeto en el cual inscribir sus particulares intereses, dado el carácter ambiguo, siempre que nos alejemos de su significado intrínsecamente musical. La música, a priori, tiene un significado concreto, pero es inmanente a su modo de expresión, a su propio lenguaje. Aunque se cita una conversación de Beethoven con un amigo que le expresa algo así como "si los censores supieran de qué trata tu música!" (da que pensar y mucho!;)
-Schumann consideraba que la música sinfónica podía hermanar a todos los ejecutantes siempre que fuese perfectamente ensamblada, trabajada con precisión, alineándose todos los intérpretes en un mismo concepto musical, así podría parecer "animada por un solo espíritu". Muchos seres independientes con un mensaje similar. Es bonita la idea del hermanamiento. De hecho se empezó a relacionar entonces la música grupal con la expresión de la sociedad, ya que, al menos, podía congregar a una multitud de músicos y de público en un mismo espacio (en un teatro, por ejemplo, cuando la libertad de reunión estaba más restringida que en la actualidad) en el que sentirse unidos. Y unidos en torno a un compositor (presente o no) que sólo unió instrumentos agudos y graves, con mayores y menores posibilidades dinámicas, con diferentes timbres... Es un poder, el de la música, que sigue estando de actualidad, no es mágico, pero lo parece, y, como diré -porque estoy convencido de ello- al final de todas las emisiones del programa de radio "De la creatividad al piano": sed creativos, la música puede cambiar el mundo!