“La Música de la Memoria”, de Xavier Güell

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

¿Quién fue la «amada inmortal» de Beethoven? ¿Fue Schubert homosexual? ¿Por qué Schumann aceptó el amor de su mujer Clara por Johannes Brahms? ¿Por qué Liszt acabó en el seno de la Iglesia Católica? ¿Quiso Mahler quemar su Décima Sinfonía

Cubierta de: La Música de la Memoria

La Música de la Memoria escrita por el director de orquesta y promotor musical Xavier Güell, está a caballo entre la novela, la biografía y el ensayo musical, que relata las confesiones en primera persona de siete de los más grandes compositores de toda la historia de la música: Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler.
La Música de la Memoria permite a los amantes de la música y a los lectores en general conocer íntimamente a siete de los mayores genios musicales de todos los tiempos.

La novela arranca con el encuentro en el lecho de muerte entre Beethoven y Schubert, donde el primero desvela a Schubert todas las intimidades y secretos de su vida. 

Beethoven

     Beethoven agoniza a la vera de Franz Schrubet. Es una escena de sucesión. El delfín pregunta. Pregunta qué sintió Beethoven cuando estrenó la ‘Novena sinfonía’ y cuando sobrevino el trance del himno de Schiller. Y Beethoven, víctima de la sordera, evoca los “martillazos estridentes” de su cerebro y el latido de un corazón extenuado que acelera el rumbo de la música. “No podía percibir nada, ni siquiera los tonos graves, que en general me resultan más fáciles de distinguir. Sólo escuchaba la vibración desordenada de mi interior, como olas que me revolcaban en un caos huracanado. Miraba fijamente a los músicos para darles el coraje y conseguir que mantuvieran la concentración requerida”. (…) “Tendría el presentimiento de que perdería la conciencia y caería al escenario antes de concluir la obra. De repente, la orquesta dejó de tocar. Los músicos aplaudían. Yo estaba en otro mundo; las ráfagas de calor seguían golpeando mis oídos. Permanecí sentado, inmóvil. Sin sentir nada más que mis aullidos interiores. Observé acercarse a Caroline Unger, la contralto solista. Llegó a mi lado y me ayudó a levantarme; me giré y por primera vez vi al público”. (…) “Vi sus caras. Sólo sus caras. ¡Habían comprendido, Franz! ¡Habían comprendido! ¡Habían conseguido arrancar las estrellas del cielo y, comiéndoselas, explotaban incendiados por su luz””.

Schubert

Dieciocho meses más tarde Schubert sabiendo que se va a morir desvela su homosexualidad y explica quién ha sido el gran amor de su vida.

“Todavía hoy, desde la húmeda habitación de la casa de mi hermano Ferdinand, en la que postrado, rotas ya las esperanzas de recuperar una vida que como el agua clara se me escapa de los dedos entumecidos de mi mano, soy incapaz de recordar sin un estremecimiento, el golpe terrible de saber que había contraído sífilis”. “En nuestras visitas a los burdeles, Franz y yo evitábamos repetir con el mismo amante. Era nuestra manera de decir que nos amábamos, que a pesar de los temblores desatados por una carne deseada a la que no sabíamos renunciar, permanecíamos fieles en nuestra amistad. En el encuentro con Beethoven confesé la verdad con una única excepción: la niña de ojos sobresaltados a la que pedía mientras hacíamos el amor que me sonriera, era un muchacho, bello como un dios del que me enamoré perdidamente. El tiempo me paró de golpe; mi música se convirtió en una sombra pálida apenas recordada. (…) La sórdida historia se repite en mi memoria con la angustia intacta de la primera vez (…) El diagnóstico brutal, escupido con el sabor de cereza amarga: sífilis en fase secundaria, ingreso en el Hospital General”.

Schumann

El libro entonces se adentra en el hospital psiquiátrico de Endenich cerca de Bonn, donde Robert Schumann, loco, rememora todo su proceso biográfico.

“El 30 de septiembre [de 1853], cuando Brahms irrumpió en nuestras vidas como un verdadero ángel exterminador -bello como el día e insólitamente dotado- pasaron dos cosas; yo me entusiasmé como un niño y Clara se enamoró de él. Había vivido otras veces el infierno de la rivalidad, en especial con Mendelssohn; fui siempre muy celoso. Pero esta vez me afectaba de una manera distinta. Consideraba hasta cierto punto normal, no podía evitarlo, que Clara amase a mi heredero, a mi auténtico

Brahms

continuador. Me sentía muy mermado en mis facultades, fuera de control, y la súbita aparición de Brahms me conmovió en lo más profundo. El descubrimiento de un genio desconocido que presentaba tantas afinidades conmigo, por un lado me producía una gran alegría, me hacía pensar que dejaba mi arte en buenas manos, que por fin podía descansar, abandonar la tortura de mis nervios, dejar de resistir, abdicar frente al destino; pero, por otro lado, me inquietaba de forma obsesiva y me producía unos celos espantosos”.

Un día después del estreno del Anillo del Nibelungo en Bayreuth, Wagner repasa los veintiocho años que le ha costado escribirlo.

Wagner

“No tengo miedo, jamás lo he tenido. Cuanto más he sufrido, más he amado. El peligro constante que siempre asumí, ha servido para acrecentar mi amor por la vida. Acompañado por él abandonaré este mundo más hermoso de como lo encontré. Nunca me arrepentí de mis errores; gracias a ellos pude levantarme con renovada energía y seguir persiguiendo, de forma compulsiva, la ambición de transformar la música y la sociedad de mi tiempo. Formé parte de una estirpe de valientes jacobinos; juntos avanzamos propagando la revolución, convencidos de que sólo sobre los escombros de una sociedad marchita, corrompida, podía construirse un Estado más perfecto, en el que la naturaleza humana, infinitamente acrecentada por el fuego de la regeneración, alcanzase sus anhelos de amor y bien común”.

Liszt

Y el libro acaba con el dolor de Gustav Mahler al conocer el adulterio de su mujer con el joven arquitecto Walter Gropius, que años más tarde fundaría la Bauhaus; y sobre todo al tener que tomar una trágica decisión, destruir o no, los esbozos de su última sinfonía, la ‘décima’.

“Encerrada con llave en un cajón de mi dormitorio, por las noches oía en sueños sus gritos desgarradores, pidiendo que la liberara, que le diera forma definitiva, (a la Décima Sinfonía) preguntando por qué tenía que ser menos que mis otras sinfonías. ¿No era ella la más personal de todas? ¿No reflejaba cada uno de los truenos de mi alma? ¿No era yo el profeta del dolor trascendido, el que había defendido que sólo el sufrimiento es verdadero, que todo lo demás es levedad inconsistente en un mundo sin valor? ¿Por qué

Mahler

entonces no la dejaba vivir y la mostraba al mundo como verdadero testamento, último testimonio de un hombre que ha sufrido más allá de todo límite desde la borrachera de su dolor transfigurado por la gracia del amor?”. “La respuesta es patética, mi pobre Gustav, padre miserable y cruel que arranca de su vientre a su criatura más perfecta, incapaz de soportar su propio dolor (…). Yo soy, Gustav, tu espejo de plata. En mí ves lo que en realidad eres. Un cobarde que no sabe resistir su suplicio”.

La música de la memoria, a pesar de ser una novela está basada en los documentos personales, cartas, y testimonios de sus protagonistas. Sus testimonios de vida y creación se van trenzando en un arco que sigue con pálpito apasionado el transcurso de todo el siglo XIX hasta llegar a los albores del XX.
Es el tiempo del romanticismo en donde la vida y la muerte, el amor, la traición, la renuncia, la desesperación, la alegría y el dolor de sus personajes van presentando hipótesis que pudieron haber sido todas ellas ciertas.

La música de la memoria no deja indiferente a nadie, ya sea profano en la materia, músico, o simple aficionado. Xavier Güell ha sabido trasladar  al papel la fuerza arrolladora que lleva dentro, la energía de sus expresivas manos, y sobre todo, su saber.

Xavier Güell

El autor:
Xavier Güell (Barcelona 1956) ha dedicado toda su vida a la música. Después de estudiar en los conservatorios de Barcelona y Madrid, a los diecisiete años debuta como director de orquesta con la Sinfónica de Madrid y Montserrat Caballé. Continúa sus estudios en Italia, con Franco Ferrara, en Alemania, con Sergiu Celibidache y en estados Unidos con Leonard Bernstein. De regreso a Barcelona funda «Solistes de Catalunya», con los cuales hace toda la obra orquestal de  Mozart. Durante esos años empieza a dirigir la obra de Mahler, la Tercera con la Orquesta y Coro de Radiotelevisión Española en el festival de Perelada y la Novena con la Royal Philharmonic de Londres, en el Auditorio de Madrid. Y también mucho Beethoven, SchumannBrahms y Wagner… y un Réquiem de Mozart por la paz en las montañas sagradas de Machu Picchu.
A principio de este siglo crea «musicadhoy» produciendo innumerables estrenos en España de los mayores compositores de nuestro tiempo; y «operadhoy», con la que ha producido cuarenta y cinco nuevas óperas junto con mucho de los teatros más importantes de Europa. La Música de la Memoria es su primera incursión en la literatura.

El libro:
La música de la memoria ha sido publicado por la Editorial Galaxia Gutenberg en su Colección Narrativa. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 480 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo un vídeo de la entrevista realizada a Xavier Güell dentro del marco de la Aula de las Artes de la UC3M (Universidad Carlos III de Madrid)

Para saber más:

En el siguiente enlace podéis ver la entrevista que le hacen a Xavier Güell con motivo del libro La música de la memoria en el programa “Para todos la 2″

http://www.rtve.es/drmn/embed/video/3080147″