De la obra de Rothfuss, Auri no es de los personajes que más me llamen la atención. Sin embargo, todas sus rarezas y su deambular secreto por la Universidad pican mi curiosidad. Además, las ganas que tengo de leer la última parte de la Crónica del Asesino de Reyes me han hecho acercarme a esta obrita, cuya reducida extensión también ayuda a tomar la decisión. Para acabar por completo con cualquier duda o reticencia, el propio autor nos da unas pistas al principio y final del libro para que nadie se lleve a engaño y se confunda con esta sorpresa antes de la finalización de su gran obra hasta el momento.Yo siempre tan susceptible y buscando dobles sentidos, he procedido a una concienzuda lectura para no perderme ni un solo detalle que me pudiera conducir a atisbar alguna intención secreta del autor con vistas a la tercera parte, y debo decir que no he tenido éxito. Sí he descubierto muchos detalles de la vida cotidiana de Auri, que me llevan a clasificarla sin ningún temor como sufridora de un serio trastorno obsesivo-compulsivo (Rothfuss la califica como dañada), que la obliga a buscar objetos para colocarlos en lugares apropiados según un orden interno que sólo ella ve. Esta actividad frenética que ocupa un noventa por ciento del libro, o quizás algo más, se ve acompañada entre medias por continuos lavados de cara, manos y pies.Aunque a primera vista, o lectura, pueda parecer que el libro es un tostón, lo cierto es que se lee con fluidez pese a la ausencia de diálogos, y seguir los pasos de Auri por la Subrealidad es bastante entretenido, siempre esperando algún tropiezo o sorpresa de última hora. O simplemente observando como una cámara oculta el curioso devenir de este enigmático personaje que estoy seguro todavía tiene que dar mucho más de si en lo que espero pronto llegue a nuestras manos y ojos.