La música: la droga auricular universal

Publicado el 15 enero 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

Compañera de sentimientos y experiencias, musa de Orfeo y de Apolo, ARTE con mayúsculas y patrimonio inmaterial universal.
Así es la música, inolvidable acompañante en ese camino agridulce que todos los seres humanos recorremos, que viene siendo la vida. Aunque a veces nos cuesta reconocerlo, la música forma parte de nosotros, e incluso delata parte de nuestra personalidad y manera de ser. Es capaz de sacar en nosotros una amplia gama de variados sentimientos y emociones de manera superlativa, desde la máxima tristeza en canciones como “Duerme negrito” o “El niño yuntero” puestas en boca de un mártir de la música como lo fue el gran cantautor chileno Víctor Jara; o hasta la alegría que se puede sacar de muchas de las canciones del grupo Tequila (si, el grupo de Ariel Rot y Alejo Stivel), por ejemplo, cuando decían que saltásemos con ellos; pasando por otros estados como la rabia que uno podría descargar (por lo menos en mi opinión) con las canciones del grupo estadounidense Rage Against The Machine, o el dolor que pueden causar la mayoría de los réquiems de la música clásica.
La música también puede ser terapéutica y en muchos casos muy apropiada para la curación de los sentimientos negativos, pesimistas y tristes que todos tenemos en determinados momentos, esos momentos en los que es necesario volver a la senda que nos lleva a la búsqueda de la felicidad y el bienestar en nuestras vidas. La primera composición de este tipo que mi mente recuerda es la preciosa “Just feel better”, hecha con la voz del famoso cantante del grupo Aerosmith, el señor Steven Tyler, y aderezada con la musicalidad, melodía, armonía y sentimiento que producen las cuerdas de una guitarra eléctrica cuando son rasgadas por los dedos del ya veterano guitarrista mexicano Carlos Santana.
También habrá que hacer mención a aquellas piezas musicales que expresan el amor, en sus diferentes manifestaciones y formas, o desamor, si es que no tienes mucha suerte en el tema. Este tipo de canciones son muy abundantes, por mencionar algunas diría, en primer lugar, la bellísima balada irlandesa “Star of the County Down”, una y tantas veces tocada por músicos de diferentes partes de nuestro planeta, y con ella acordarse de las “Rosies McCann” que tuvimos todos alguna vez en nuestras vidas. También en este lugar podríamos incluir alguna otra pieza como el “Burning love” del rey Elvis, y en otro apartado, podríamos mencionar ese tipo de canciones como “El Problema” de Ricardo Arjona con su temática particular del amor no correspondido.
Por otro lado, habría algunas canciones alusivas a objetos que para un individuo tienen un valor especial. El ejemplo más claro: el carro de Manolo Escobar. Si hasta ahora hablé de la actuación de la música a nivel de cada individuo, estos párrafos quedarían algo cojos si no se menciona la importancia de la música a nivel colectivo. El ejemplo más claro sería el sentimiento de patriotismo o de orgullo a la pertenencia o simpatía hacia una entidad colectiva: nación, región, localidad, cultura, religión, ideología,… Los ejemplos más claros de esto serían los himnos nacionales y regionales o ciertas canciones tradicionales. Así, es fácil entender a los aficionados irlandeses que estaban en el partido de fútbol entre España e Irlanda de la pasada Eurocopa 2012 y el orgullo con el que entonaban canciones tradicionales propias de su tierra como “Fields of Athenry”, a pesar de la abultada derrota de su equipo por cuatro goles a cero.
La otra gran fuerza de la música a nivel colectivo sería la relacionada con los bailes y las danzas. Estos viven en dependencia de la música, por lo que para ciertas canciones o estilos musicales hay una asociación real y psicológica con determinados bailes, por lo tanto, cuando se escuchan esas canciones, nos acordamos de sus bailes, procediendo a la realización de los mismos, con mayor o menor destreza.
En definitiva, la música podría ser nuestra particular “droga auricular universal”, pues pienso que, de una manera u otra, somos dependientes de la música. ¿Alguno de vosotros imagina nuestro mundo sin música? ¿No sería un poco aburrido? Por lo tanto, y para concluir, un último grito como proclama: ¡Vivan los músicos y sus obras de arte!

Simón de Eiré