La música desencadena complejos efectos sobre el cerebro. Estudios neurocientíficos han demostrado cómo este fenómeno puede contribuir en las intervenciones terapéuticas actuando casi como un medicamento para los pacientes.
Dar nombre a la emoción que produce la música es complejo. La mayoría de las emociones se localizan en el lóbulo frontal más medial; en la ínsula encontramos las emociones básicas, como el asco; y el miedo se vincula con la amígdala.
Eso sí, no todos los géneros musicales actúan igual sobre nosotros. Es necesaria una armonía y un tipo de música en determinados contextos.
La música acerca a las personas, provoca vínculos afectivos. Podemos encontrar música allá donde miremos, siempre está al alcance de nuestros oídos: el silbido del viento, la lluvia al caer o las palmas que hacemos con las manos. gracias la música expresamos nuestras emociones y sentimientos.
La música siempre ha estado presente en todas las culturas desde el principio de la historia, por eso todos tenemos capacidades para su procesamiento. En los orígenes del hombre, no existía un lenguaje sofisticado, sin embargo, sí existía la música. El hombre en la prehistoria, expresaba sus pensamientos y sentimientos con sonidos y silencios. La intensidad del timbre podía expresar amor y sabiduría.
Poco a poco y de forma gradual, el hombre transformó la música en lenguaje. Utilizó canciones para transmitir mensajes, contar historias o recrear sentimientos.
En sí, las reacciones al estímulo musical son el resultado de un proceso neurofisiológico preciso, este proceso es similar en todas las personas, es la historia de vida individual lo que diferencia a unas personas de otras de reaccionar sobre las emociones.
Por consiguiente, podemos afirmar que con el poder que posee la música a nivel neurológico, físico y emocional, se la puede considerar como una herramienta importantísima dentro del desarrollo del ser humano.