Desde la misma secuencia de créditos, queda claro quién tendrá el privilegio del punto de vista dominante en el segundo largometraje de Sebastián Silva, La Nana (Chile-México, 2008), visto por un servidor hace casi dos años, en Guadalajara 2009. El título del filme aparece sobre el adusto rostro de la actriz protagónica, Catalina Saavedra, quien encarna magistralmente a Raquel, la criada y nana de la familia Valdez, quien ha vivido con ellos desde hace más de 20 años.Estamos en el hogar de una familia de clase alta chilena –de hecho, en la misma casa en la que creció el director, Sebastián Silva-, en donde los que mandan son los patrones, el matrimonio de Pilar (Claudia Celedón) y Mundo (Alejandro Goic), aunque la que tiene el poder en muchas pequeñas y cotidianas cosas sobre la casa entera y los cuatro niños Valdez es, en realidad, Raquel.El argumento del propio Silva se toma su tiempo para mostrar el rumbo hacia dónde va. Al inicio, parece que estamos ante una mera comedia de costumbres, con una silenciosa criada que no dejará que nadie dispute su poder, sea una muchachita peruana, una correosa matrona con pinta de saca-borrachos, o una alegre y joven pueblerina. Sin embargo, con el paso del tiempo, Raquel y el mundo que la rodea resultarán mucho más complejos de lo que se muestra en la superficie.Raquel está llena de contradicciones que parten de su propia condición social. Ella ha visto envejecer a sus patrones y nacer a todos sus hijos. Los Valdez son, además, los jefes ideales: liberales, bienintencionados y quieren tratar a Raquel como un miembro más de la familia. Pero ella, en el fondo, sabe que eso no es cierto. Ella ha cumplido 41 años y no tiene otra vida que la que ha vivido vicariamente por y para los Valdez.Por lo mismo, esas pequeñas venganzas sobre la hija mayor Camila (Andrea García-Huidobro), con quien tiene una relación tirante; por lo mismo, el poder de la denuncia que ejerce sobre Lucas (Agustín Silva), con todo y que es “su niño” favorito. Pero también, por lo mismo, es claro que los Valdez sienten una dependencia enorme hacia Raquel. Es una lata tenerla en casa, pero sería peor vivir sin ella. La Nana no tendría la misma fuerza sin la interpretación de la veterana actriz televisiva Catalina Saavedra. Es ella quien hace posible que creamos la transformación existencial de Raquel, más aún porque el argumento de Silva rehúye toda solución facilona. Y es que al final ella ha cambiado. No tenemos la menor duda. Pero tampoco ha cambiado mucho.
Desde la misma secuencia de créditos, queda claro quién tendrá el privilegio del punto de vista dominante en el segundo largometraje de Sebastián Silva, La Nana (Chile-México, 2008), visto por un servidor hace casi dos años, en Guadalajara 2009. El título del filme aparece sobre el adusto rostro de la actriz protagónica, Catalina Saavedra, quien encarna magistralmente a Raquel, la criada y nana de la familia Valdez, quien ha vivido con ellos desde hace más de 20 años.Estamos en el hogar de una familia de clase alta chilena –de hecho, en la misma casa en la que creció el director, Sebastián Silva-, en donde los que mandan son los patrones, el matrimonio de Pilar (Claudia Celedón) y Mundo (Alejandro Goic), aunque la que tiene el poder en muchas pequeñas y cotidianas cosas sobre la casa entera y los cuatro niños Valdez es, en realidad, Raquel.El argumento del propio Silva se toma su tiempo para mostrar el rumbo hacia dónde va. Al inicio, parece que estamos ante una mera comedia de costumbres, con una silenciosa criada que no dejará que nadie dispute su poder, sea una muchachita peruana, una correosa matrona con pinta de saca-borrachos, o una alegre y joven pueblerina. Sin embargo, con el paso del tiempo, Raquel y el mundo que la rodea resultarán mucho más complejos de lo que se muestra en la superficie.Raquel está llena de contradicciones que parten de su propia condición social. Ella ha visto envejecer a sus patrones y nacer a todos sus hijos. Los Valdez son, además, los jefes ideales: liberales, bienintencionados y quieren tratar a Raquel como un miembro más de la familia. Pero ella, en el fondo, sabe que eso no es cierto. Ella ha cumplido 41 años y no tiene otra vida que la que ha vivido vicariamente por y para los Valdez.Por lo mismo, esas pequeñas venganzas sobre la hija mayor Camila (Andrea García-Huidobro), con quien tiene una relación tirante; por lo mismo, el poder de la denuncia que ejerce sobre Lucas (Agustín Silva), con todo y que es “su niño” favorito. Pero también, por lo mismo, es claro que los Valdez sienten una dependencia enorme hacia Raquel. Es una lata tenerla en casa, pero sería peor vivir sin ella. La Nana no tendría la misma fuerza sin la interpretación de la veterana actriz televisiva Catalina Saavedra. Es ella quien hace posible que creamos la transformación existencial de Raquel, más aún porque el argumento de Silva rehúye toda solución facilona. Y es que al final ella ha cambiado. No tenemos la menor duda. Pero tampoco ha cambiado mucho.