La naranja mecánica del 2009

Publicado el 23 octubre 2009 por Ivanna Sol

El clásico film de Stanley Kubrick de 1972, que representa los intentos conductistas por “enderezar” a los delincuentes, parece tener hoy un significado fundamental cuando se pone en boga la inseguridad social y la delincuencia juvenil. El film parece demostrar que Alex, el protagonista rebelde con intereses de violación y ultra-violencia, es efecto de la misma sociedad, que termina por volverlo loco.
Ya por el 1500 Tomás Moro en Utopía comenzaba a comprender a la delincuencia como un producto social y a ver cuán injusta era la sociedad echando toda la culpa a los ejecutores de la delincuencia y dándoles la pena capital -para ese entonces- cuando es ella también quien los crea. Sin embargo, en el análisis de la delincuencia en el 2008 estos conceptos tan útiles para entender la dinámica social, parecen haber sido dejados de lado.
La novela de Anthony Burgués, publicada en 1962, muestra que todas las acciones sobre o con un hombre producen sus efectos en él. La película lleva necesariamente a entender que los hombres son seres sociales, y como tales, tienen formas de aprehender la realidad, con modos necesariamente subjetivos; estas características son imposibles de modificarse con ecuaciones matemáticas ni soluciones radicales.
A pesar de que el clásico se sitúa en una sociedad industrial, con el auge de la moda sicodélica, el análisis del largometraje puede aplicarse a las sociedades posindustriales contemporáneas porque la delincuencia no disminuyó, por el contrario, la inseguridad es hoy el caballito de batalla de cualquier político.
Entonces, ¿no sería óptimo que los candidatos vieran que las soluciones no pueden ser la construcción de más cárceles o una ley que baje el número de edad para poder mandarlos a prisión? ¿No les daría muchas herramientas ver el clásico de Kubrick?
Hoy, luego de pasar por lapsos crueles de Estados duros, estamos en un momento donde todo vale, y ni siquiera se piensa un modo de entender la cuestión social: el Estado está ausente y muchos optan por la justicia por mano propia. Ya no está el fabuloso debate que instaló La naranja mecánica en nuestras mentes, sólo nos queda de su presencia su ácido sabor. La foto: Tomada a principio de año en una manifestación que pedía justicia por Mauricio Vega, un pibe de barrio víctima del gatillo fácil de alguien que se excusó en un robo imporbado. La delincuencia parece no tener un sector social que la identifique.