'La nariz', de Nikolái Gógol

Publicado el 17 marzo 2014 por Carm9n @Carmenyamigos
 La amiga bloguera Marybel Galaaz comenzaba su reseña de Todas las mujeres, de Guy de Maupassant, con esta sentencia, "Sabido es que Guy de Maupassant fue un loco".  Una gran verdad. Pero no ha sido, no es Maupasssant una excepción; la lista de escritores afectados por alguna enfermedad o trastorno mental  es tan extensa que se ha acabado por identificar de algún modo locura y creatividad. Muy creativos y algo locos fueron admirables autores como Poe, Lovecraft, Alejandra Pizarnik, Virgina Woolf, Marcel Proust, Shelley, Silvia Plath, Hemingway y tanto otros. Y entre estos grandes locos se halla también Nikolái Gógol, nuestro genio-loco protagonista de hoy. Nikolái Vasílievich Gógol nació en Poltava, Rusia, en 1809 y falleció en Moscú a la edad de cuarenta y dos años como consecuencia de una infección intestinal derivada de las alucinaciones que le llevaron a rechazar cualquier tipo de alimento. Nikolái Gógol, el creador de la novela rusa. El relato que os acerco hoy, La nariz, forma parte de un libro de mayor extensión, Historias de San Petersburgo, integrado por relatos que el autor situó en esta ciudad en la que vivió durante apenas un año. En La nariz se aglutinan muchas de las características de su prosa, cuya cumbre alcanzó con la novela Almas muertas. Es La nariz una narración humorística, satírica, fantástica y con un punto surrealista, pura ficción para acercarnos a su realidad, la que percibió en San Petersburgo durante su estancia: una sociedad ceñida a convencionalismos sociales y atiborrada de burócratas vanidosos. 
"El 25 de marzo tuvo lugar en San Petersburgo un insólito suceso. Un barbero de la avenida Voznesenki, Iván Yákovlevich- se desconoce su apellido, el cual se había borrado y nadie se había molestado en volver a grabar sobre el rótulo del señor con la mejilla enjabonada y la leyenda 'También se hacen sangrías'-, el barbero Iván Yákovlevich, decía, se despertó bastante temprano y percibió el olor a pan caliente. Al incorporarse ligeramente en la cama, comprobó que su esposa, una dama bastante respetable a la que le encantaba beber café, sacaba del horno en ese preciso instante el pan recién horneado."

De este modo, con el aroma del pan recién salido del horno, da comienzo la historia en la que  no una nariz cualquiera sino la del mayor Kovaliov cobrará especial e inusitado protagonismo.  Desde ese 25 de marzo hasta el 7 de abril seremos testigos de la huida y andanzas de la nariz y de las peripecias y angustias del mayor que llegará  casi a la desesperación al ver cómo su nariz tiene vida propia, incluso vida social, y cómo llega a usurpar un cargo muy respetable, y lo que es más,  superior en relevancia al del propio Kovaliov.   El relato se lee con una permanente sonrisa, alguna carcajada, y creciente interés por conocer los derroteros por los que nos llevará Kovaliov y su nariz. Y es que, como lectores, también formamos parte de la fantástica historia y la hacemos real durante las setenta y siete páginas. Además, en la edición de la editorial Gadir el texto, como veis, viene acompañado, muy bien acompañado diría,  por las ilustraciones de Esther Saura Múzquiz que complementan estupendamente la lectura.  Quienes de vosotros conocéis ya  la prosa de Gógol disfrutaréis mucho con este genial relato, sin duda. Y aquellos que todavía no habéis leído nada del autor tenéis en La nariz una estupenda oportunidad de acercaros a su obra.
"- Perdóneme, no alcanzo a comprender qué pretende decirme... Explíquese... (...)
-  Bueno, yo... yo, por otra parte, soy mayor. Ando sin nariz y convendrá usted que esto es un indecencia. (...)"