Cuando vamos a narrar una historia, la recordamos y construimos basándonos e
- su ubicación espacial,
- su ubicación temporal,
- las relaciones causales entre los episodios,
- sus protagonistas y
- las motivaciones o metas de los protagonistas.
Así, captando información de estas cinco dimensiones vamos elaborando una historia que presenta una secuencia de situaciones.
Tanto si leemos una novela sobre el atentado del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York o vemos una película basada en ese acontecimiento, por uno u otro medio llegaremos a crear una especie de “simulación” o modelo mental de lo ocurrido que va a coincidir en sus elementos fundamentales, aunque la información la hayamos recibido por distintos medios.
Claro que el medio por el que recibimos la información juega un papel clave en el momento de construir nuestra propia narración de la historia.
En la película vemos una de las torres ardiendo mientras un segundo avión se estrella contra la otra. En la novela no es posible una presentación simultánea por las restricciones del lenguaje oral; pero los recursos que emplea su autor y las inferencias que utilizamos nosotros hacen que el resultado final cuando nosotros contamos la historia sea esencialmente la misma. Así nos encontramos con que el lenguaje tanto oral, como escrito, como cinematográfico, es una poderosa herramienta que nos sirve para crear nuestra propia historia de los acontecimientos.
Una de las cinco dimensiones que hemos comentado hace referencia a la ubicación espacial. Es un tema amplio que iremos desglosando. Es importante reflexionar sobre esta dimensión a la hora de contar una historia.
¿Cómo describimos los objetos que tenemos alrededor al narrar una historia? ¿Podemos describirlos simultáneamente? Es obvio que no.
Próximamente descubriremos la importancia de la ubicación espacial en nuestras narraciones y cómo lo hacemos.