Durante dos semanas hice un viaje de trabajo y en ese viaje estuve "resguardado" durante mi estadía por el Eje Volcánico Transversal de México (al centro del país) con vistas, cada mañana como mínimo, más que espectaculares (una muestra es la foto que encabeza este artículo).
Durante mi día a día tenía la oportunidad de divisar en diferentes ocasiones el Volcán "La Malinche" y cada vez que lo veía no dejaba de impresionarme su belleza, su altura (4.420 mts.) y la inmensidad que, en su silencio (la última erupción la tuvo en el 1,551 a.C.) me decía tantas cosas.
Su tamaño nos demuestra, en este mismo planeta, que somos nada frente a la Naturaleza.
Estamos acostumbrados, por cultura y religión, a sentirnos "la corona de la Creación". Se nos enseñó que somos los señores de la Naturaleza, sus dueños y que cada uno de los elementos que el planeta contiene, desde animales hasta recursos, están ahí para que nosotros los utilicemos.
La idea no es nueva, basta con remontarnos a la teoría geocéntrica en dónde la humanidad creía que todo giraba al rededor de la Tierra. Y aunque entendimos, con los años,
por la Sonda Voyager, en 1990. En ella vemos, dentro del círculo,
una diminuta "mancha" de luz... ése es nuestro planeta.
Y ver, tan solo admirar a lo lejos cada mañana, al Volcán "La Malinche" en su majestuosidad, tan lejano y tan cercano, tan alto, tan impactante... me decía a cada momento qué él sí es grande.
Quizá no un ser inteligente y con tecnología pero, al final de cuentas, cuenta con el poder de acabar poblaciones si decide despertar. Somos, aunque no lo queremos aceptar, víctimas de la Madre Naturaleza la cual, cuando quiere, con tan solo un "pequeño" fenómeno, puede arrasar con todo.
Nuestra soberbia nos ha llevado a creer, a querer pensar, que el mundo nos pertenece. Que somos lo más importante del cosmos pero un Volcán en el planeta nos puede -y dice- que no, que hay creaciones aún más grandes y poderosas.
Una imagen, a algunos cientos de millones de kilómetros, nos susurra que el planeta es un pequeño pixel en el Sistema Solar... traslada ahora en tu imaginación ese diminuto pixel a la Vía Láctea, ¿lo hiciste?, sin duda ahora lo podrías ver solo con la ayuda de un microscopio: así de pequeños somos.
Carl Sagan, astrofísico estadounidense, reflexionó en 1994 sobre la foto de la Tierra. Me gustaría rescatar algunas de sus palabras:
"Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él [...]
[...] Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido."
Así es. Es el único lugar que conocemos -ahora-, es el único planeta que nos soporta puede soportar. Es tan noble que ha permitido que coexistamos con él, a pesar de que lo tratamos muy mal [¿me escuchas Trump?]. Pero, al mismo tiempo, es la casa que nos acoge a cada uno de nosotros.
Y descubrir aceptar nuestra pequeñez debería de propiciar dejar de vernos como rivales, saciar ésa hambre por destruir al otro y por demostrar que yo soy mejor tú, sí, el ego por delante. Somos pequeños pero si nos unimos, en lugar de separarnos, podremos formar un elemento aún más grande.
Imagínate como una pieza de Lego: ¿puedes armar algo solo contigo mismo o necesitas más piezas para crear todo lo que tu imaginación pueda visualizar?Imagen | Instagram @miguelangelgc Acabas de leer amable lector la edición no. 13 de mi newsletter semanal. Puedes recibir una nueva edición cada domingo en tu bandeja de correo, ¡gratis!
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