Por estos días desbordan los buenos deseos. Los políticos y gobernantes nos alientan a la unión, a la solidaridad y prosperidad. Las redes sociales se desbordan en bonitos mensajes que la tecnología facilita y que amigos reales y virtuales y algunos reales virtualizados, se encargan de difundir. Es algo realmente encantador. El nivel de ventas de juguetes, ropa y otras cosas, es un indicador para la mayoría de unas navidades verdaderamente felices. Si esto no es así entonces deberíamos preocuparnos y hasta entristecernos. Y es que todo esto puede ser cierto, pero también puede ser el reflejo de la contradicción de un mundo que
Con la posibilidad de llegar a un lugar común, debe decirse una vez mas que la Navidad debería ser un tiempo para la reflexión, para valorar la humildad, para el compartir lo poco y mas allá, para saber valorar lo poco que podamos tener. Quizás no exista nada mas sencillo que un pesebre. Pero en las sociedades actuales tal sencillez se toma como sinónimo de infelicidad. Parece que muy pocos están dispuestos a asumir esa sencillez (algunos la llamarán pobreza). Nadie parece querer vivir junto a una mula y un buey y mucho menos dormir en el suelo acolchado con paja seca.
Por supuesto que todo esto es muy difícil de asumir; pero por lo menos creo que debemos decirlo. Si verdaderamente tenemos el pesebre como ejemplo para nuestras vidas,