Pero la humillante derrota socialista que se avecina tiene un objetivo principal que estará presente en la mente de muchos de los que les castigarán en las urnas: obligar al socialismo español a una urgente y profunda renovación, casi una refundación, de la que pueda surgir un nuevo partido que recupere los valores de la izquierda, abandonados y pisoteados por el socialismo de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, más concentrado en el control del poder y de sus privilegios que en el bien común y el servicio al ciudadano.
El electorado de centro y el de izquierda no fanatizado ha abandonado al PSOE por muchas razones, entre las que destaca su voluntad de seguir adelante, tercamente, en su ruta errónea y degradada, puesta de manifiesto con la elección como candidato de Rubalcaba, cómplice aventajado de Zapatero y de González en sus peores episodios de corrupción y terrorismo de Estado.
Pero hay más razones: el PSOE ha demostrado no creer en la democracia, a la que ha pervertido y manipulado; ha abandonado la idealogía de izquierdas, sustituyéndola por un culto desordenado al poder y a los privilegios; ha mentido y manipulado hasta la locura, ha gestionado el dinero público de manera abusiva y, a veces, hasta ganstertil; se ha atiborrrado de corrupción; ha corrompido el liderazgo, dejando a un lado valores como la ejemplaridad, el servicio a los ciudadanos y la primacía del bien común.
Pero la victoria aplastante del PP que se producirá el 20 de noviembre no significará el fin de la frustración de los españoles más conscientes, informados y decentes, ya que su lucha tiene como objetivo final cambiar el sistema actual español, antidemocrático, corrupto e injusto. El PP no representa cambio alguno en ese sentido porque es un partido con fe en la partitocracia y que ha demostrado sentirse a gusto en la actual pocilga española. La victoria del PP no constituye avance importante alguno hacia la regeneración.
España necesita un partido de izquierdas que sirva de contrapeso a la derecha y que represente una opción real de gobierno, pero el PSOE que saldrá derrotado de las elecciones de noviembre será un guiñapo tan dañado y destruido que no podrá recuperar el poder durante muchas legislaturas.
Los españoles saben que una partitocracia es mala, que un bipartidismo (PP-PSOE) es todavía peor, pero que lo más sucio y peligroso de todo es que solo exista un partido (PP) con posibilidad de gobernar. Ese dominio de partido único en democracia es lo más parecido a una lamentable y sucia tiranía.
El PSOE derrotado tendrá una oportunidad de oro para regenerarse en el desierto, rodeado de austeridad y desprovisto de las grandes cuotas de poder y de dinero que disfrutó desde la muerte del dictador. Si consigue regenerarse y abrazar de una vez la democracia, eliminando la dictadura interna, abriéndose al verdadero debate libre y sometiendo su estructura de poder a los controles de la sociedad y de la ciudadanía, entonces retornará pronto al poder porque España también necesita una regeneración que cambie el sistema, lo haga más justo y equilibrado y suprima de una vez a esos partidos verticales, arrogantes y nada democráticos, verdaderas fábricas de dirigentes mediocres, autoritarios y corruptos, que hoy dominan el panorama político español.
La regeneración es la única vía que tiene el socialismo en España para volver a gozar de apoyo ciudadano.