Revista América Latina

La necesidad de analizar los precios actuales - ¿A quienes les venden las tiendas cubanas?

Por Yasmany Zapata Perez @rexodor

Por Ernesto Escobar Soto*
La necesidad de analizar los precios actuales - ¿A quienes les venden las tiendas cubanas?
Acabo de leer un breve e interesante trabajo de Guillermo Rodríguez Rivera titulado ¿A quienes les venden las tiendas cubanas? Sin ser un especialista quisiera expresar algunas ideas sobre este importante tema.
Desde el 1959 la Revolución aplicó una política social encaminada a beneficiar a las amplias mayorías hasta ese momento desposeídas y a garantizar las esperanzas humanas individuales y colectivas en cuanto a una vida mejor. Ejemplo de ellos fueron las leyes promulgadas entre las que descuellan la de Reforma Agraria y la de Vivienda; y otras medidas de gran trascendencia como la campaña de alfabetización, la organización de la educación y la salud, ambas con carácter gratuito y cobertura universal, la política de eliminar el desempleo, el elevar los salarios…
A principios de los años 90 a causa de la extraordinaria crisis económica en Cuba (denominada Periodo Especial), provocada por la desaparición de la URSS y el campo socialista europeo, en todo el planeta se esperó como paso inmediato el derrumbamiento de la Revolución cubana. Afamados politólogos progresistas como Noam Chomsky, vaticinaron la destrucción de la Revolución. La situación a la que se enfrentó Cuba no tiene comparación (salvo en periodos de guerra). De un año para otro se redujo un 33% de su PIB, sufrió la pérdida del 85% de su comercio exterior, así como los suministros de petróleo y la mayoría de los alimentos que recibíamos del campo socialista. Al mismo tiempo, internacionalmente se nos negaban créditos y todo tipo de ayuda financiera. El gobierno de los Estados Unidos convertido en la única super potencia mundial arreció su bloqueo contra la Isla. Los enemigos de la Revolución en Miami prepararon sus maletas y fletaron aviones para viajar a Cuba tan prontamente como ocurriera el ineluctable derrumbe de la Revolución, al igual que había acaecido en los países socialistas del este de Europa. La Unión Europea secundó a la potencia norteamericana en su intento de asfixiar a Cuba. El panorama era de una gravedad excepcional. Creo que nadie o casi nadie en el mundo podía creer que Cuba resistiría, se recobraría y volvería a avanzar.
En ese entonces la dirección del país rechazó de plano recurrir al “paquete de medidas económicas neoliberales” como le sugerían conocidos políticos supuestos amigos de Cuba, ya que esto afectaría gravemente a la mayor parte de la población y llevaría al traste el proyecto socialista. En su lugar, resolvió mantener (aunque sujetas a severas afectaciones) las principales conquistas sociales logradas, como la educación y la salud, y el aplicar un conjunto de medidas entre las que descollaron el desarrollo de las inversiones en el turismo para atraer capitales, la creación de las cooperativas UBPC con tierras estatales, la entrega en usufructo de casi dos millones de hectáreas de tierras del Estado a campesinos, la organización de un sistema de tiendas para recaudar divisas(Caracol, Cimex, TRD, Panamericanas y otras), la despenalización del dólar y la creación de una nueva moneda: el CUC, que compartiría sus funciones con el peso cubano.
La creación de las tiendas recaudadoras de divisas estaba dirigida a servir a los cubanos que residían en otros países (especialmente en Estados Unidos) y visitaban Cuba, a los ciudadanos que recibían remesas del exterior y a los turistas extranjeros. Con este fin la recién creada moneda CUC, se usaría en estos mercados y para otros servicios vinculados al turismo, así mismo se definieron los precios de los productos, que se ofertarían en ese sistema de mercados estatales. En tanto se explicó públicamente que se le agregaría un alto gravamen al precio establecido a cada producto en las denominadas popularmente como shopping.
En aquellos momentos consideré que los precios asignados a los productos, especialmente a los artículos esenciales para la familia cubana –el aceite, puré de tomate, los de aseo y otros– eran excesivos y así lo expresé de diversos modos, aunque concordaba en que lo recaudado en dichas tiendas, era indispensable para comprar alimentos y medicinas destinados al consumo de la población.
Aunque no hemos salido del Periodo Especial, ya hemos superado los años más difíciles y surgen promisorias oportunidades para que el país prospere, pero los altos precios en general, y en particular los de las tiendas de recaudación de divisas se mantienen y continúan afectando gravemente a un importante segmento poblacional de escasos recursos, que se ve obligado a comprar cada mes (sin otra opción) en esos mercados, parte de los productos básicos de su canasta familiar.
Hace una veintena de años conocí que en Suecia, país con un alto nivel de vida, el gasto familiar en alimentos suponía el 12% de las entradas económicas. En general los gastos en alimentos de la canasta familiar en los países subdesarrollados son elevados y en muchos fluctúan entre un 60 a un 80%. Es conocido que la familia cubana gasta aproximadamente un 70% de sus ingresos en alimentos, lo que la somete a severas tensiones económicas y le impide a sus miembros realizar otras actividades dirigidas a enriquecer su vida material y subjetiva.
Como es sabido la producción agropecuaria tiene un valor estratégico, la seguridad alimentaria de un país es vital para garantizar su soberanía e independencia. En el caso de Cuba adquiere otra dimensión, pues nos permitiría ahorrar parte de los 2 mil millones de dólares que gastamos en importar alimentos, contribuiría a mejorar la salud de la población y abarataría el coste de la vida.
La situación actual de los precios se agudiza dado que la producción agropecuaria pese a un estimable y progresivo desarrollo, no logra satisfacer las necesidades de la población. En 2014 creció entre un 17% y un 19%, pero los precios subieron aproximadamente en la misma medida. En los altos precios de los productos agropecuarios incide además la existencia de un “monopolio invisible” de intermediarios, que limita solapadamente el crecimiento de la producción y encarece extraordinariamente los precios. Quizás seamos el único país del mundo en donde la mayoría de los vendedores, al término de las jornadas de venta, con los productos descomponiéndose, no bajen los precios. Tal vez una de las respuestas para evitar los intermediarios sea la de arrendar o vender camiones a las cooperativas.
La venta de ropa reciclada o sea la comprada en el extranjero y vendida a la población a precios módicos, es otro de los buenos propósitos dirigidos a la población de bajos ingresos. Creo debía ser jerarquizado y ampliado. Sin embargo considero que se ha deformado, como muchas de las actividades que no se controlan correctamente por las entidades correspondientes.
Hay verdaderas incongruencias en la venta de algunos productos en CUC. Un ejemplo de ello ha sido la venta de piezas de repuesto para los autos. Para las entidades estatales se fijaba un precio, en cambio a los compradores particulares se les imponía uno superior. Como es lógico esta ingenua barbarie burocrática se convirtió de inmediato en otra fuente de corrupción.
Puede que para los organismos y empresas vendedoras de productos en CUC, el considerar bajar los precios les asuste o les provoque trastornos en los planes de ingresos establecidos y se aferren a no realizar cambios.
No podemos olvidar la antigua máxima comercial de que a mayor rotación de las mercancías habrá una mayor ganancia. A más movimiento bajan los precios, aumentan las compras y serán superiores las utilidades para productores y vendedores.
Otro aspecto a considerar es que el nivel de vida de la población ya no es homogéneo, la existencia de casi medio millón de los llamados “cuenta propistas” ha modificado la anterior situación. Por ello hay economistas que consideran que si hay diferencias económicas entre las capas sociales debemos ir a una mayor diferenciación de los precios para beneficio de los más necesitados. Hay productos esenciales para la vida de la familia (como el aceite, el puré de tomate, la ropa, los zapatos, los de aseo que deben ser más asequibles para las familias de bajos ingresos, también existe un segundo grupo de artículos considerados muy necesarios como los refrigeradores, televisores y lavadoras, y finalmente están los llamados suntuosos o los no imprescindibles. En base a esto siempre se pueden establecer diferencias en los precios y gravar a unos productos para sufragar a otros. Por supuesto sin llegar a extremos como el absurdo precio que se impuso a la venta estatal de autos.
Hay artículos esenciales que también pueden ser objeto de diferenciaciones en el precio, teniendo en cuenta una mejor calidad y  diseño, por ejemplo un litro de aceite extrafino envasado en un hermoso recipiente, con un bello diseño tendría un precio superior y un litro de aceite con la calidad requerida, pero con envoltura y diseño menos atractivo costaría menos. Así puede ocurrir con otros productos básicos.
Sin excusar a en lo más mínimo a quienes roban o desvían recursos de sus propios centros de trabajo, hay quienes se escudan en los altos precios para “luchar”, algo muy común en nuestros días.
Elevar el nivel de vida es un propósito esencial de la Revolución, el abaratar en lo posible los precios de los productos que compra la familia cubana contribuiría a ello. Una medida ineludible sería la de valorar casuísticamente la eliminación del elevado gravamen establecido en aquel entonces, a los productos que se ofertan en CUC, garantizando como es lógico una ganancia razonable a la entidad comercializadora.
El proceso de unificación de las dos monedas que existen actualmente en Cuba quizás cree las condiciones para analizar con profundidad el complejo universo de los precios y permita corregir aquellas anomalías que afectan a la población cubana.
*Escritor, editor literario cubano
FOTO BBC
Fuente: elblogdelapolillacubana

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