La necesidad del ateísmo - P.B. Shelley

Por Marapsara

¿Quiénes eran los románticos  ingleses? ¿Hacían algo más aparte de abstraerse en la poesía y vivir apresuradamente? ¿Establecían cátedra sobre algún asunto, se implicaban en los problemas de la sociedad? Percy Bysshe Shelley fue uno de los autores destacados de este movimiento, quizá ligeramente ensombrecido por la fama de su inseparable amigo el poeta Lord Byron. En este volumen encontramos una gran cantidad de datos sobre su biografía y mucho más acerca de sus artículos y escritos en prosa, más desconocidos y un tanto olvidados.
La editorial Pepitas de Calabaza, (cuyo nombre, a modo de curiosidad, procede de la película “Amanece que no es poco”) comenzó su andadura en 1998, y desde entonces ha iluminado el panorama editorial español con grandes aportaciones y estupendos rescates literarios, como podemos comprobar visitando su catálogo. Este libro es un punto de partida perfecto para sumergirse en su valioso y heterogéneo catálogo.
Romanticismo inglés y otros excesos
Si algo aprendemos con la lectura de “La necesidad del ateísmo” es a ubicar a P.B. Shelley dentro de su época y contexto. Su espíritu libre y profundamente justo no pudo soportar la desigualdad imperante en todos los aspectos de la sociedad, y se rebeló contra las instituciones y contra todo aquello que estuviera socialmente establecido, viviendo de una forma coherente a su pensamiento a una velocidad tan vertiginosa que le conminó a morir a la edad de treinta años.
Algunos de los principales poetas románticos ingleses son William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats, precedidos por William Blake. Si bien las relaciones entre todos ellos fueron confusas y no siempre fáciles, sus libros han llegado hasta nosotros y han establecido las pautas acerca de una nueva forma de escribir y vivir la poesía que fue muy novedosa y radical en su momento.
El movimiento surge a finales del s. XVIII a partir de las tensiones producidas por las revoluciones francesa e industrial. Se parte de un profundo rechazo a todos esos cambios, y los poetas se basan en la antigüedad clásica para extraer de ella los temas y los motivos de sus obras.
Pero volviendo a Shelley, en los textos introductorios de este magnífico libro encontraremos toda la información relativa a su biografía, y aprenderemos, con todo lujo de detalles, cómo formó su personalidad rebelde y libre en la prestigiosa escuela de Eton y en la universidad de Oxford (de donde sería expulsado por sus escritos revolucionarios), leyendo filosofía y literatura clásica, experimentando con la electricidad, estudiando a los antiguos alquimistas y entusiasmándose con la literatura gótica.

Shelley y las religiones
¿Por qué rechazaba Shelley las religiones? Porque había invertido mucho tiempo en leer, aprender y establecer sus propias deducciones al respecto. Y se basaba en grandes autores para afirmar brillantes sentencias como la siguiente: “La religión significa intolerancia en sí misma. Las diferentes sectas solo toleran sus propios dogmas (…) Saben que les temes; pero si te mantienes de pie al margen, entonces ellos te temen a ti”.
Shelley fue el primer defensor público del ateísmo en Inglaterra, con todo lo que ello supone. La firme creencia en sus propias ideas le llevó a verse expulsado de la universidad y a ser desheredado por parte de su familia, que gozaba de una posición muy privilegiada (su padre era miembro del Parlamento y él iba a heredar el título de barón). Podría haber evitado esta exclusión social simplemente retrayéndose de sus afirmaciones, pero fue coherente y prefirió vivir una vida difícil pero auténtica, al margen de todo lo que despreciaba.
En este libro encontramos textos relacionados con muchos otros temas que le interesaban y preocupaban además de la religión: la injusticia social, la precariedad laboral, los abusos del poder, la teoría poética, el anarquismo, la república, la traición, la pena de muerte, la dieta libre de carne animal y muchos otros. Todos ellos son textos breves, de unas pocas páginas, de gran interés y magistralmente redactados y traducidos, que se leen rápidamente y aportan una gran luz a estos temas y a la persona de Shelley como pensador y creador. Los editores nos brindan además una cronología resumida y muy completa para localizar con facilidad los grandes hitos de la vida de este infatigable autor.
“La necesidad del ateísmo”, que da título al libro, es un texto breve que escribió junto a su compañero inseparable de Oxford, Thomas Hogg. En él se declaran ateos por falta de pruebas y aportan decenas de argumentos basados en la ciencia y en la observación, que dificultan la creencia en la existencia de ninguna deidad. Entienden que cualquier dios es una mera hipótesis creada por el hombre, y plantean la sospecha de que ninguna religión acepta que se pongan en tela de juicio sus dogmas, sino que estos deben admitirse y darse por válidos. Pero hay muchas otras razones, y todas ellas están contenidas en este libro.

Mensajes en botellas
El pensamiento de Shelley se vio fuertemente influenciado por William Godwin y Mary Woldstonecraft, padres de Mary Shelley (autora del mundialmente conocido “Frankenstein”). Mary W., precursora del feminismo mundial, fue clave en la reafirmación del pensamiento igualitario que Shelley había defendido de una forma natural desde siempre.
El libro imprescindible de Mary W. es “Vindicación de los derechos de la mujer”, un ensayo atrevido y brillante y de rabiosa actualidad sobre la igualdad entre hombres y mujeres. Pero si leemos otro de sus libros, “La educación de las hijas”, encontraremos grandes incoherencias en su pensamiento, quizá influenciadas por la presión social machista de su época, que impedían a la mujer revelarse contra las costumbres establecidas.
En cuanto a Shelley, su difícil relación con el matrimonio se justifica precisamente en la creencia de que los condicionamientos sociales perturbaban el amor en las relaciones entre personas. Por ello, defendía el amor libre y las relaciones abiertas. No obstante, y aún en contra del matrimonio, se casó dos veces a lo largo de su corta vida, y defendía  su forma de actuar basándose en unos fundamentos teóricos.
Pero sus  razones no impidieron que su primera mujer, Harriet Westbrook, se suicidara cuando Shelley la abandonó por Mary Shelley, recordándole los principios de amor libre en los que creía. Y es que en el siglo XVIII o en cualquier otro, un abandono repentino a favor de un nuevo amor, nunca ha sido fácil de gestionar. La literatura mundial está llena de grandes ejemplos al respecto.
Shelley hacía copias de sus escritos y las repartía manualmente. También lanzaba botellas al mar tras rellenarlas con sus escritos revolucionarios, entre otras acciones de propaganda. Quién sabe si no sería posible encontrar algún día, en cualquier orilla del planeta, una de estas botellas con mensaje dentro y recibir directamente de manos de Shelley su testigo. Mientras tanto, en este magnífico libro encontraremos material suficiente para compartir con él una hermosa travesía.