La necrópolis de Europa

Publicado el 08 julio 2015 por Abel Ros

La estrategia de Merkel reside en tensar la cuerda, hasta que la izquierda caiga y se convoquen elecciones


arlos es un viejo amigo de la universidad. Lo conocí en el club social, la cafetería de la Universidad de Alicante. Coincidíamos todos los días a la hora del café. Recuerdo que se solía pedir un vaso con leche, bien cargado de Cola Cao. Se lo pedía para aguantar a Manuel, el profesor de estadística. Nos encantaba intercambiar opiniones sobre las políticas de Aznar y los casos de corrupción que azotaban al país. Durante el último año de carrera, a través del programa Erasmus, Carlos hizo un intercambio universitario con Bárbara – una joven que cursaba economía en la Nacional de Atenas. Tanto le gustó Grecia que volvió para quedarse. Se casó con Amelia y encontró trabajo como economista en un banco de Salónica. Desde entonces, nunca he perdido el contacto con él. Nos escribimos por correo electrónico y recientemente por wasap.

El domingo, sin ir más lejos – mientras veía el programa de Ana Pastor – recibí un mensaje de él, que decía: "estoy en la plaza Sintagma y tengo la piel de gallina; siento la democracia". Durante estos años – desde que Grecia entró en el pozo de las desgracias – Carlos me decía; que "la situación helena es más grave de lo que parece". Tanto es así que muchos mendigos – ex funcionarios y ex empleados administrativos – acuden a los conventos a cenar la "sopa boba"; un caldo con fideos y un mendrugo de pan; parecido al que servían a los condenados en los campos de exterminio. A las diez de la noche, las serpientes acuden a los contenedores de basura. Las serpientes son los brazos de los nuevos pobres. Nuevos pobres; que buscan entre las sobras de los pudientes algún yogurt caducado para llevárselo a la boca. Por las calles de Atenas – me cuenta – se entremezclan las barrigas de "los de arriba" con los cuerpos desnutridos de "los de abajo". Somos – me decía – la necrópolis de Europa. Un país que nunca levantará cabeza, mientras siga con sus púas.

Ayer, le escribí a Carlos. Quería saber cómo estaba la situación en Grecia tras el referéndum. Me dijo que a la troika le había sentado como "una patada en el culo" el "acto chulesco de Tsipras". Al parecer, el problema es Syriza (el Podemos Italiano). La estrategia de Merkel reside en tensar la cuerda, hasta que la izquierda caiga y se convoquen elecciones. Algo improbable – dice Carlos – porque la soberanía popular ha dicho "no" a las políticas de austeridad. Desde que se declaró el corralito, han aumentado los hurtos callejeros; los destrozos en cajeros y los atracos a los bancos. La gente quiere huir del país. Grecia desprende el olor a cadáver de los enfermos moribundos. El referéndum ha enfurecido al león. Un león acostumbrado – me cuenta – a que los otros no digan ni "mu" por el miedo a morir.  Los medios de comunicación están enfrentados. Mientras los afines a Syriza muestran un escenario esperanzador, los que barren para Merkel temen lo peor; la salida de Grecia del euro.

También es cierto – me cuenta Carlos – que aquí (en Grecia) se han hecho las cosas mal. Este país siempre ha sido reacio a pagar impuestos; el gasto público no está equilibrado; la iglesia y el ejército se llevan la mayor parte. No fueron "trigo limpio" con la transparencia de sus cuentas y ahora, pasa lo que pasa. Por mucho referéndum que se convoque, Grecia tendrá que pagar sus púas. Las pagará porque si no lo hiciera; estaríamos ante los preámbulos de un conflicto intraeuropeo. Un conflicto fundamentado en el agravio comparativo. Por ello, la situación es muy complicada. Si Tsipras cede a los dictámenes de Merkel, Syriza será un cadáver político que se llevará por delante a los "populismos europeos". Si resiste, si se mantiene en sus trece; las tensiones sociales aumentarán y la crispación económica pasará factura a las bolsas europeas. Por ello – dice Carlos – que lo más justo sería un acuerdo que estableciera un nuevo marco de convergencia para toda la Eurozona. O dicho de otro modo, que los privilegios concedidos a Grecia fuesen compensados – de alguna manera – a los otros de la parrilla. Con ello salvaríamos el "agravio comparativo" y los efectos colaterales de una Europa sin helenos. 

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