Y es que no es de recibo que el concesionario de una autopista de peaje, que cobra por circular por ella, no controle la perfecta viabilidad de la vía, a pesar de todas las cámaras de vigilancia que existen en todo su recorrido, no avise de las incidencias que le afecten antes de acceder a la ella y no disponga de recursos de emergencias para atender las consecuencias de cualquier incidencia, limitándose sólo a cobrar el peaje y abandonar a los conductores a su suerte. Tampoco es de recibo que el Estado, que debería prever la altísima probabilidad de unas nevadas insistentemente pronosticadas por la Agencia Estatalde Meteorología, no sepa reaccionar ni con la diligencia debida ni con los medios suficientes para socorrer con prontitud a las familias atrapadas en una ratonera, a la intemperie, cubiertos de nieve, sin mantas, ni alimentos ni refugios.
Que la concesionaria de la autopista de peaje, Iberpistas, no cerrara la vía con antelación suficiente para evitar el desastre, avisando a los automovilistas de la situación y la necesidad, en todo caso, de utilizar cadenas, y que desde el Gobierno no se tomaran medidas para obligar a cerrar una vía intransitable y socorrer con prontitud a encerrados por la nieve, son hechos que merecen, no sólo una explicación a los ciudadanos, con la correspondiente compensación a los damnificados, sino también la asunción de responsabilidades por parte de unas autoridades que demostraron su incompetencia e ineptitud en la gestión de un problema que no sólo debían resolver, sino prever. Y si no sirven para un cargo que les queda grande, que se vayan, pero que no echen la culpa a quienes simplemente padecen las consecuencias de su incompetencia e irresponsabilidad.