La niña no vidente

Publicado el 22 febrero 2017 por Carlosgu82

Doce años de oscuridad. El anhelo de toda su vida era poder encandilarse con la luz de las estrellas en la noche, ver los detalles de su rostro al reflejarse en el espejo, ver la sonrisa cálida de su madre.

Mara sufría ceguera de nacimiento y a pesar del intento de sus padres por operarla reiteradas veces, no se había encontrado una solución que la devuelva de las sombras. Su piel morena de pies a cabeza se intensificaba al jugar todas las tardes bajo el sol, ella no lo notaba. Solo sentía el agradable calor que la envolvía pero no sabía de los efectos que causaban los rayos del sol en la piel de las personas. Todo aquello anhelaba descubrir.

Su profesor particular, Facundo, le repetía constantemente que siga sus deseos y no se deje atrapar por esa oscuridad. Le decía que imagine cada cosa que sus padres le contaban como si fuese real y algún día lo llegaría a ver.

Una noche luego de jugar a los saltos en soga con sus amigas, llegó a su habitación y sintió una presencia bastante extraña. Reconocía un aroma a perfume de hombre pero nadie le hablaba. Insistió en preguntar quién era y llamaba a su madre pero nadie le respondía. Un hombre había ingresado a su casa con intenciones que ella desconocía. Comenzó a sentir esa presencia cada vez más cerca y una voz que repetía frases abusivas con respecto a su cuerpo y su ceguera.  Pretendía hacer con ella lo que deseara y nadie sabría quien fue porque ella no podría reconocerlo.  La impotencia la acorralaba y su desesperación invadía todo su ser. Por cada centímetro de su cuerpo corría un sudor helado. En ese momento recordó las palabras de su profesor -“Imagínalo con todas tus fuerzas y lo podrás ver”.  Imaginó al hombre con cada detalle, su forma de moverse y sus intenciones de lastimarla. Imaginó desde sus ojos y boca, hasta su contextura física y lunares.

En ese momento todo dejó de ser producto de su imaginación, una persona se encontraba parada frente a ella, la habitación decorada por su madre era tan hermosa como ella se lo había dictado. Le gritó -” Puedo verte, eres el médico kinesiólogo de mi padre!!”. Aquel hombre era José María, el terapeuta a domicilio que atendía todos los jueves al padre de Mara y quién insistía con ser también su terapeuta . El hombre atónito por la situación, salió corriendo hacia la calle, ella lo perseguía repitiendo a viva voz quién era y lo que le había hecho. Así lograron atraparlo.

Mara continuó con su cegera hasta la adolescencia y adultez, nunca encontraron la cura para su problema y mucho menos las explicaciones de lo que había pasado aquel día. Ella jamás olvida como se siente poder ver con los ojos del alma.