Revista Sociedad

La niña que fue demasiado cobarde para sentirse libre. Y no vivió

Publicado el 24 marzo 2015 por Miyu Clementine @amy_blue

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A veces, siento que vuelo, otras, que se me rompen las alas por el camino. A veces, quiero surcar el cielo, ir más y más arriba; otras, solamente deseo desaparecer. Alguna vez te preguntas cuántas personas habitan en el planeta? A veces, quiero que no me importen las personas, me gustaría cerrar los ojos y dejar de sentir afecto por todas y cada una de esas personas. A veces, me duele pensar que para esas personas que yo sí aprecio, no significo nada, tal vez, una motita de polvo entre un millar, quizás, una de las muchas estrellas de un cielo extraño y oscuro. A veces, quiero no sentir nada, pero otras, pienso que el hecho de sentir -la emoción que sea- es lo que nos hace humanos y se supone, que la vida es maravillosa, no? O eso dicen.

No sé si lo estoy haciendo bien o mal, soy como esas niñas que aprenden a montar en bici, y creen que saben manejarla, y gritan: EEHH!!! SIN MANOOOS! – Y entonces, se estampan contra el suelo. Tal vez no tengo un motivo real para estar triste, o para estar alegre. Alguna vez te has preguntado por qué te pones triste o alegre? Tengo la sensación de que recibí muchos traumas por parte de personas en las que confié, es como si la gente se empeñara en golpearte una vez, y otra, y otra más.

Hace un par de días me sentía como una persona lánguida, un tanto moribunda, y muy muy triste. Solamente quería salir fuera y gritar, gritar muy fuerte, pero no lo hice. Quise gritarte a ti, pero tampoco lo hice. A veces pienso, si al resto de personas les llegamos a importar realmente, o si en realidad, no lo hacemos, es todo parte de una obra de teatro malvada, en el que todos desempeñamos un papel, y ahora nos toca hacer ver que nos preocupamos por ti. A veces pienso que no hay futuro para mí, o para nosotros, y hace días dejé de escribir por aquí y me llegó un e-mail preguntándome si estaba viva, supongo que lo preguntaba de una forma literal (gracias a la señorita Mireia). Ahí pensé que tal vez más gente de la que creo me está leyendo, tal vez, la gente en el fondo sí nos preocupamos de los demás, es sólo que hacemos ver que no. Yo misma me paso la mayor parte de mi vida esforzándome en que no se note que me preocupo por ti, lo hago porque el resto de la gente no parece preocuparse, y entonces es una cadena, una espiral de terror, tal vez ellos también actúan, como yo, como tú. Tal vez es que en el fondo, nadie nos ha enseñado a querer, tal vez es que en el fondo, simplemente, estamos aprendiendo a andar. ¿Todavía estás triste? – A veces, me lo pregunto. Luego me entra el sueño y me olvido. Momentáneamente. A veces, solamente quiero ir a la orilla del mar, descalzarme y caminar sobre la arena mojada, cuando el sol se esconde, a media tarde. Ya es hora de cenar, será mejor que te des prisa, pequeña. Qué pasa cuando no querías irte a dormir? Cuando no querías que llegara la hora de cenar? Qué pasa cuando querías tirar los zapatitos rojos al río? Probablemente, nunca pasó nada, porque jamás tuviste la valentía de deshacerte de los zapatitos. Nunca ningún río se llevó tus zapatitos rojos, porque jamás los tiraste, y nunca los tirarás. A veces es agotador, a veces, necesitas que alguien coja uno de tus zapatos y te lo tire al río, mientras te anima a que tú cojas el otro y lo tires también. A veces, tienes que tirar los zapatos al río, pero hacerlo tú sola da miedo. Los zapatos te hacen daño, pero no puedes tirarlos, el suelo es piedra y cómo vas a volver a casa? Te harías daño en los pies, así que prefieres caminar con unos zapatos que te aprietan y te hacen daño; que hacerte polvo los pies mientras caminas sobre piedras. Quizás si otra persona te ayudara  a deshacerte de tus zapatos, todo iría mejor. O tal vez no, quizás te dolerían más las piedras. Bah, por qué piensas en esas posibilidades? Eres una cobarde y nunca podrás deshacerte de los zapatos y volver a casa pisando las piedras, con los pies sangrando, pero sintiéndote viva, y libre; por una vez. Por una vez, quería sentirme libre, es sólo que tenía demasiado miedo, tenía demasiado miedo a vivir, porque en resumidas cuentas, tenía mucho miedo de sentirme feliz. Has pensado en tirar los zapatos y salir descalza a caminar? Menuda pregunta, tú prefieres cubrirte los pies aunque te hagan daño que sentir el suelo en ellos. Qué estúpida.


La niña que fue demasiado cobarde para sentirse libre. Y no vivió

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