Durante los actos de destrucción la policia local y los bomberos se quedaron inmóviles, sin intervenir salvo en casos muy aislados y meramente testimoniales. El estado no ofreció ninguna compensación a los afectados. De hecho, se les prohibió hacer ninguna reclamación a las compañías aseguradoras y se impuso a la comunidad judía una multa de mil millones de reichmarks, además de la obligación de limpiar y reparar los destrozos. A partir de ese momento la discriminación de los judíos aumentó exponencialmente. Los negocios no podían reabrir si no eran administrados por no judíos y a los judíos se les impuso el toque de queda, que limitaba sus movimientos en determinadas horas del día.
La propaganda nazi lo presentó como una reacción espontánea de la población civil. Precisamente el diario neoyorquino The New York Times llegó a publicar que el mismísimo instigador, Goebbels, trató de detener los ataques a los judíos. Hermann Goering culpó de la noche de los cristales rotos a los delitos cometidos por los judíos en el pasado. Ya advirtió de lo que llegarían a pasar los judíos cuando dijo: "No me gustaría ser judío en Alemania".
Las Leyes de Núremberg, al igual que la Kristallnacht se pueden considerar como el principio de la Solución Final y el Holocausto.
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