¡Hola, mis queridos seres míticos! Hace un tiempo que no nos escribimos porque la escuela y la vida en general no nos da demasiado para ello; pero ahora, con la Navidad tan cerca, las vacaciones que han iniciado de lleno, vengo a ustedes con un libro que pertenece por completo a la cultura de mi país (aunque quizá esté un poco fuera de contexto por las fechas). Como el título de esta entrada lo dice, se trata de La noche de Tlatelolco por Elena Poniatowska. Así que, sin más, comencemos con la reseña.
En primer lugar creo que debo hablar de mi edición en un sentido físico. No sé si las otras son iguales o parecidas, pero en las primeras hojas de la edición con la que cuento (1971) aparecen imágenes que muestran y dan cara -además de vida- al movimiento estudiantil que lo originó todo. Eso le da un extra de credibilidad. Porque, obviamente todos sabemos (incluso los de mi generación) que dicho y terrible evento tuvo lugar, pero creo que pocos somos realmente conscientes de ello pues no lo vivimos de primera mano o no contemplamos, como mínimo, las noticias directas de esta catástrofe. Esto me gustó muchísimo, con toda franqueza, porque creo que ayuda a que aquellos que pertenecemos a las generaciones subsiguientes, comprendamos un poco más la magnitud del 2 de octubre de 1968.
El contenido del libro es otro aspecto que creo digno de mención. Desde el inicio el libro trata temas de "los dos bandos" (no es que crea que existieron dos bandos o que uno tuvo más razón que otro, pero al leerlo si siento que ellos se consideraban de esa manera). Incluso aparecen los testimonios de la gente aparentemente neutral. Está el obrero que se unió porque algunas cosas le parecían coherentes. Está la persona que se decepcionó del movimiento y comenzó a darse cuenta de que era más pelea interna que externa. Incluso existen los que lo criticaron. Aparece un testimonio que se queja del uso de la violencia por parte de los estudiantes, que habla de las bombas molotov. Lo particular de esta anécdota es que la persona pertenecía al movimiento y critica su forma de proceder, la violencia que ellos reprobaban y que terminaron usando para lastimar a otros y lastimarse en el proceso. Se pueden apreciar todas las perspectivas, todos los probables flancos. El libro no trata de satanizar a los granaderos (aunque tampoco glorifica al gobierno), de la misma manera que no victimiza a los estudiantes. Hasta cierto punto hace pensar qué tanto fue culpa de unos y qué tanto ayudaron los demás a que las cosas se salieran de control. Claro que una cosa no justifica la otra ni a la inversa. Como sea, esa pluralidad de puntos de vista es algo a favor de la autora.
Sin embargo, hay un aspecto que se le ha criticado mucho a la autora y que creo que comete en este escrito: la polifonía. He leído reseñas donde critican la manera en que los personajes de Poniatowska hablan, y si bien estos no son personajes, creo que también deberían tener una forma particular de hablar y no la tienen. No digo, con esto, que se deba de discriminar o presuponer que el estatus económico o social de alguien define su forma de comunicarse; pero sí creo que lingüísticamente hablando, y tomando una estadística de este libro, las voces de Poniatowska son planas. Están los obreros hablando como gente de alcurnia, están los granaderos hablando como burgueses y letrados en cada espacio. Se introduce una que otra grosería intentando emular el léxico callejero, pero fuera de eso, no se encuentran demasiados pleonasmos (que, créanme, en mi país, son muy comunes en el habla), palabras dichas a media (pa' lla, por ejemplo). Todas las voces son muy propias y cuidadas, lo que saca un poco de la idea original de testimonio. Parece demasiado cuidado cada detalle de los diálogos u opiniones como para ser, tal cual, reales. Esta especificidad del cuidado resta verosimilitud y nos hace preguntarnos si todos los testimonios son reales y, de serlo, hasta qué grado fueron cambiados o editados por la autora que los reunió. Para mí esto si significó un problema (no demasiado grande, pero sí un problema) en el que perdía la concentración de lo que se había dicho en el testimonio cuando leía el origen del que provenía.
De cualquier modo, creo que el libro cumple su función: abrirle los ojos al mundo y dejar una huella para que el 2 de octubre y las personas que fueron masacradas en La Plaza de las Tres Culturas no queden en el olvido. Humaniza el evento trágico, le da de alguna forma voz a las personas que sobrevivieron y a muchos que no pudieron llegar a casa esa noche. Históricamente puedes recrear todo como una crónica a partir de Google Maps (usen la street veiw para pasear por los sitios que ellos visitaron), para darte una idea de lo que ocurrió o de cómo lucían -hasta cierto punto- los lugares a los que refieren en el libro.
En términos generales, es un libro que recomiendo ampliamente a todo el que esté interesado en el tema, además, que quiera conocer algo más de mi país; lo recomiendo a todos los que sientan que las injusticias no terminan (sin importar de donde sean o dónde vivan). Con tecnicismos de por medio, lo recomiendo a todos los muchachos de preparatoria con criterio amplio y a los estudiantes universitarios que piensen que no pueden cambiar el mundo desde su trinchera, con lo poco o mucho que hayan podido aprender dentro de su carrera. Y, como siempre con estos libros, ¡qué viva la revolución!
Saludos enormes,