La noche del Jaguar es la nueva novela de Jorge R. del Río y, por el momento, la última de la serie Sangre bajo la luna, inspirada por la novela homónima de Lem Ryan, un universo compartido por tres autores -del que hemos comentado todas las entregas anteriores salvo No salgas de noche del gran Julio M. Freixa- y publicado por el sello Arachne.
Estamos de vuelta en Nueva York, ahora en julio de 1987, por lo que han pasado dos años desde Vendetta sangrienta, que transcurría en julio de 1985. Y cada vez parece más claro que el universo de Sangre bajo la luna no es un conjunto de películas de los 80. Es una serie de televisión. Tal vez no una de gran presupuesto, sino una de aquellas producida por una network de cable, de las que en España echaban por la segunda cadena a media tarde. Una serie «de polis» con su sintonía a base de sintetizadores, guitarras eléctricas lanzando armónicos y percusiones electrónicas. De las que ahora llaman procedimentales porque, en cada capítulo, los protagonistas resuelven un caso siguiendo más o menos las mismas pautas. Aquí, casos teñidos de peligrosos elementos sobrenaturales.
La noche del jaguar recupera una vez más a los protagonistas de la serie, el teniente de homicidios de la Policía Metropolitana de Nueva York Christopher «Frenchie» Dubois y el detective privado Daniel Roerich, ahora con la detective Pamela Garofalo, compañera de Dubois. No faltan los secundarios que ya conocemos de entregas anteriores y habituales de este universo compartido: Dora, secretaria y amante de Roerich; el capitán Blackstorm, el perpetuamente enojado jefe de Dubois y Garofalo, uno de nuestros clichés preferidos de las películas de polis; y los gángsters italianos de las familias que recordamos también de Vendetta sangrienta y Natividad de sangre: los Gabino y los Genovesse.
Si Dubois y Roerich (y la mafia italiana) ya se habían enfrentado hasta el momento a vampiros, hombres-lobo y sectas esotéricas, ahora Jorge del Río añade colorido y exotismo a la serie con la inclusión del siempre atractivo vudú y de un elemento de la mitologías mesoamericanas precolombinas: el hombre-jaguar. Todo ello inserto en una trama de narcotráfico y lucha entre mafiosos por el control de las drogas en los bajos fondos de Nueva York.
Como ya es propio de la obra de Jorge del Río en particular y de la serie Sangre bajo la luna en general, La noche del jaguar tiene un planteamiento y un enfoque que buscan la complicidad del lector, jugando con sus conocimientos previos, ofreciendo las situaciones reconocibles que el aficionado a la cultura de masas espera encontrar: la visita a la morgue, la conversación con la forense (que siempre tienen que empezar con los polis preguntando «¿qué tenemos?»), las broncas del capitán Blackstorm, la conversación de barra de bar entre Dubois y un viejo colega, en este caso el ahora agente de la DEA Jack Yates, las resacas de Roerich en su casa-despacho, la visita de Dubois y Garofalo a los gangsters en su restaurante italiano mientras comen... escenas que hemos visto miles de veces y en las que casi podemos anticipar los diálogos, porque en el fondo somos como niños que queremos escuchar nuestro cuento favorito una y otra vez.
El gran acierto de Jorge del Río es mantener la claridad expositiva en el caos. La noche del jaguar, como el resto de títulos de la serie, es rico es escenas tumultuosas, como peleas grupales e irrupciones en locales de bandas mafiosas que terminan en tiroteos multitudinarios. El autor logra que sepamos dónde está cada personaje y qué está haciendo en cada momento, con un buen control del escenario y de la diégesis de la acción.
En esa línea, y con su espíritu popular por delante, La noche del jaguar es una novela no demasiado extensa y con un ritmo narrativo alto. La tensión se mantiene durante todo el texto y, dentro de su sencillez, reserva un par de giros argumentales imprevistos que le dan un punto extra de interés y de emoción.
En esta ocasión, Roerich y Dubois deberán emplearse a fondo en su investigación, de la que saldrán bastante maltrechos y contusos, aunque también con interesantes nuevos aliados como la citada Pamela Garofalo o el enigmático anticuario Benjamín Slaughtern, un personaje muy atractivo que puede dar mucho juego en futuras entregas de la serie.
En la nómina de villanos, tenemos una colorista banda de jamaicanos con un líder, Priest, que es fácil imaginar con la apariencia de Wesley Snipes en Blade, y una hechicera que permiten al autor jugar con el vudú. Que aquí, por supuesto, es real y funciona. Tanto el vudú como el hombre-jaguar, un mito mesoamericano poco conocido aquí en Europa pero homólogo al hombre-lobo y otros similares, dan a La noche del jaguar una vuelta de tuerca frente a las entregas anteriores, y hacen preguntarse a qué más horrores obligaran a enfrentarse los autores de Sangre bajo la luna a los sufridos «Frenchie» Dubois y Roerich, que a estas alturas ya son dos viejos conocidos con los que es muy sencillo empatizar.
Como siempre, recordar que la ausencia de censura permite que los niveles de erotismo y violencia sean elevados, así que no faltan escenas de sexo, con femmes fatales como la ecuatoriana Irena Suárez, o de cuerpos acribillados a tiros, desmembrados o descuartizados. Si bien no cae en excesos gratuitos, La noche del jaguar, como el resto de la serie, es un hard-boiled desprejuiciado.
La novela de Jorge R. del Río consolida también el universo compartido en el que se ambienta, en cuanto desarrolla subtramas que implican a las familias mafiosas Gabino y Genovesse, que permiten ver hasta dónde se extienden su poder y sus influencias, y que pueden ofrecer nuevos hilos argumentales a los autores de la serie.
Así, la serie de Arachne da un buen paso adelante en su televisiva (a 625 líneas) Sangre bajo la luna con este nuevo volumen, que reafirma también la trayectoria de Jorge R. del Río como autor de literatura popular.
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