En primer plano: campesinos; en segundo: un rey y su portador de cocos.
Las personas más humildes no podían permitirse grandes lujos, es evidente, ya que un campesino no podía comprar prendas elaboradas con la seda llegada por el Camino de la Seda, ni lapislázuli para dar un poco de vidilla azul a su día a día.Pero para asegurarse de que ningún atrevido se hacía el chulo y se engalanaba de más, a lo largo de la historia las élites se han encargado de impedir todo atisbo de suntuosidad promulgando leyes suntuarias.Como decimos, esto ha ocurrido siempre, ya sea Edad Antigua, Media o Moderna, pero en esta entrada nos trasladamos a 1363, en concreto a la Inglaterra de Eduardo III.
Estatua mortuoria de Eduardo III.
Como señala nuestro compañero divulgador Daniel Fernández de Lis en su libro Los Plantagenet, el reinado de Eduardo III «fue decisivo para consolidar las relaciones entre el rey y el Parlamento». Y precisamente el Parlamento inglés es el responsable de lo que venimos a comentar hoy.
En 1363 el Parlamento inglés paró los pies de los campesinos con un estatuto que regulaba dieta y vestimenta de los súbditos ingleses. Pero uno de los puntos más llamativos es el que hace referencia a los más pobres, que dice así:«Carreteros, aradores, boyeros, pastores de vacas y ovejas... y todo tipo de bestias, aventadores de grano y toda clase de moradores en las tierras, así como el resto de gentes que no poseen propiedades por valor de cuarenta chelines... no llevarán más que frazada y russet de doce peniques».Antes de continuar, frazada es básicamente una manta que te echas por encima para el refrescar, tipo poncho, y el russet es el color bermejo. Se llamaba russet a «una tela rojiza de lana muy tosca que solía sumergirse primero en un baño añil y luego en otro de rojo alizarina sobrante de teñir las telas destinadas para otros situados más arriba en la escala social», como señala Kassia St. Clair, estudiosa de la moda.
Como decíamos al principio, las posibilidades económicas eran pocas, pero, por si acaso, las élites se aseguraban de acotar el espacio en el que los pobres se movían, y el vestuario era uno de ellos.
Marginados en lo económico y en la vestimenta y el color, ambos factores que marcaban las diferencias sociales. ¿De qué sirve ser un privilegiado si un muerto de hambre puede tejerse algo parecido a lo que visto?
Pronto escribiremos más sobre el color.
Referencias:
- Fernandez de Lis, Daniel (2018), Los Plantagenet, Ed. Libros.com.
- Woodward, Ariadne (2016), Sumptuary legislation and conduct literature in late medieval england.
- St. Clair, Kassia (2017), Las vidas secretas del color, ed. Indicios.
¡Gracias!