Ana María Navales no sólo fue. para mí, el primer puente hacia el mundo literario aragonés, fue también la intermediación con el universo Bloomsbury, con la matriz de la vida y la obra de Virginia Woolf. Ese mundo, lleno de sugerencias para quienes amamos la literatura, un mundo edificado en el barrio londinense que se extiende al otro lado del Museo Bitánico y entre dos guerras mundiales, tuvo algunos protagonistas de excepción: junto a a Virginia, de él participaron, entre otros, grandes figuras de las letras universales como el novelista y ensayista Edward Morgan Forster o la escritoraKatherine Mansfield, de la filosofía, como Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, de la crítica de arte, como Roger Fry y Clive Bell, o de la economía como el hoy tan reclamado por los sectores políticos más progresistas John Maynard Keynes. Sus Cuentos de Bloomsbury, sus ensayos recogidos en el volumen La lady y su abanico, junto a otros muchos trabajos de creación y de análisis, tuvieron en el círculo de Bloomsbury y, sobre todo, en la azarosa vida de Virigina Woolf, su principal fuente de inspiración.
A su muerte, Ana María dejó una novela inédita, novela que ahora, con prólogo y esmerado trabajo de edición de la poeta Marta Agudo, publica Bartleby de manera casi primorosa en su colección, con nuevos diseño e imagen, de narrativa. Su título, El final de una pasión. La escritora recrea (imagina, construye) en ella los meses finales de la vida de Virginia Woolf, a través de la indagación en las incertidumbres, miedos, insatisfacciones y deseos que marcan su relación con el mundo circundante, especialmente con los seres más cercanos y queridos (a veces, odiados). Entre esos seres juega un papel fundamental la hermana de la novelista, Vanessa Bell, pintora y también integrante del círculo Bloomsbury.
A partir del momento en que la narradora esconde el paquete que contiene las cartas, El final de una pasión cobra la forma de una novela epistolar en la que Virginia revela el estado anímico, lleno de contradicciones y de cambios inesperados, que la llevará a su trágico final. Y Ana María Navales se funde con ella y con su volubilidad emocional, como si --tal y como subraya, en el prólogo, Marta Agudo-- la urgencia de la Woolf fuera "una urgencia que es también, en otro plano, la de Navales, quien sintió la amenaza real de un tiempo que finalmente no le dejó dar los últimos retoques a su obra". Empatía o premonición, lo cierto es que en la novela de Ana María hay tanta verdad, tanta literatura de calidad, que a medida que avanzamos en la lectura no sabemos donde está la frontera entre ambas escritoras. ni dónde acaba la ficción y comienza la realidad. O viceversa.