Con su arrogancia, el jeque Kaj al bin Russard conseguía que los hombres acataran sus órdenes; y con su aspecto deslumbrante hacía que las mujeres cayeran rendidas a sus pies.
Pero había llegado el momento en el que necesitaba ambos dones para conquistar a la princesa Catherine de Altaria y llevarla hasta el altar.
Siendo una de las pocas vírgenes de la realeza, Catherine cumplía todos los requisitos del testamento del padre de Kaj. Pero iba a hacer falta mucho más que los encantos del jeque para derretir a la "princesa de hielo", que había jurado no enamorarse jamás.
Quizá Kaj, con su increíble masculinidad, fuera un enemigo formidable, pero Catherine estaba dispuesta a plantarle cara. Hasta que cometió un gran error: le permitió que la besara...