Dentro de las denominadas lógicas del poder, nos encontramos con el modelo soberano de Biopoder que utiliza el Capitalismo, y que se caracteriza por el control total de un sujeto sometido a los criterios de la ideología productiva, bajo mecanismos del poder que promueven la movilización total de la vida hacia la producción.
Esta lógica del poder concibe la vida como la nuda vida que expone el filósofo Giorgio Agamben: las vidas son sacrificarles (como los replicantes de Blade Runner), expuestas y desnudas al poder soberano capitalista que o bien las utiliza para su producción y reproducción o bien las excluye como vidas desechables.
En la realidad de la inmigración con su lucha por llegar a destinos mejores vemos una vida absolutamente expuesta a que se le dé muerte, objeto de una violencia que excede la esfera del derecho. Concebir la vida como nuda vida nos estalla cuando nos situamos frente a la realidad: una realidad de guerra, una realidad frontera, una realidad precaria, una realidad feminicida que cada poco tiempo nos colma de desaparecidos y asesinatos policiales.
Dentro incluso de los países desarrollados, en multitud de ocasiones está lógica del poder produce modos indentitarios de vivir, que imponen objetivos y formas de hacer orientadas hacia el éxito vital individualizado, entendido como una realización de una mera carrera productiva o profesional exitosa, que resulta con frecuencia extenuante y que deja muchas vidas desechables por el camino.
La aparición del dolor crónico como forma en sí misma de enfermedad, que provoca el estallido de la adicción a los opiácios en países como los Estados Unidos, no es sino un síntoma de límite social al dolor colectivo que provoca esta concepción de nuda vida sometida al Biopoder. Una sociedad que tras su exacerbada individualización, no sabe cuidar de sí misma y recurre a la medicalización como gran solución y forma de continuar en la carrera productiva.
La única salida quizás es concebir la biopolítca más allá del paradigma del biopoder: pasar de la nuda vida a la forma de vida. De un modelo identitario de vivir con actos y procesos impuestos por el poder soberano capitalista actual, a la vocación biológica como posibilidad de vivir en el que el hombre puede hacer y no hacer, triunfar y fracasar, perderse o encontrarse. El hombre es el único ser en cuya vida está en juego la felicidad entendida como la posibilidad de ensayar y llevar la forma de vida que deseé.