Pues sí. Resulta que Philip Lahm tenía razón. Su Alemania es menos alemana que antes. Tiene otro estilo, más técnico, más pausado, más tranquilo. Me resisto a decir más español, porque no quiero caer en la estulticia de ciertos comentaristas, que ahora ven un pase al hueco y dicen “qué pase a la española”. ¿Qué pasa, es que antes nadie daba pases al hueco? ¿Es que esto lo hemos inventado nosotros? Cuánto bobo suelto, por favor. Luego pasa lo que pasa, y ojo, porque en este tema los más sensatos están siendo, una vez más, los futbolistas, los técnicos. Los que saben, vamos.
En fin, volvemos con Germany. Buen equipo: defensa sólida, centro del campo creativo -muy bien Özil y excelente Müller, atención a la pareja- y en ataque los sospechosos habituales, el dúo polaco Klose-Poldolski. De esos tipos que no hacen prisioneros. Hasta ahora, Alemania ha sido sin duda el mejor de los favoritos, pero no olvidemos que se ha medido a Australia. Y el partido no era de fútbol australiano.
El paseo militar de los chicos de Joachim Löw fue lo más destacable de la jornada dominical, en la que se registró el primer triunfo africano del Mundial. Ghana derrotó a Serbia gracias a un penalti absurdo que convirtió Gyan, que se pasó el partido estrellando balones en los palos. El del punto fatídico lo embocó sin problemas. Ghana fue mejor que la Serbia de Radomir Antic, pero si el partido hubiera acabado en tablas nadie se hubiera cortado las venas.
Antes, en el partido del aperitivo, Eslovenia le amargó la mañana a Argelia y a Zidane, que sufrió con la derrota del país que lleva en los genes. Chaouchi, el meta del combinado magrebí, se comió con patatas -al estilo Green, lo llaman- un disparo sosísimo de Koren, que seguramente soñó una acción más hermosa para sellar la primera victoria mundialista de su país. A diferencia de Ghana, el equipo balcánico no mereció ganar el partido, pero así es este invento. No siempre gana la poesía, amigos.
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