El sector agroalimentario mundial ha sido testigo de una serie de cambios drásticos en los últimos 20 años. En los supermercados, donde se ha concentrado el sector minorista de alimentos, han emergido nuevos lineales e isletas, creando un paisaje globalizado y cromático. En avión nos llega café de sombra procedente de los bosques amazónicos de Latinoamérica, o productos ecológicos de las orillas del Nilo, nos traen chocolate de comercio justo desde los confines de África, o productos de la tierra cuidadosamente presentados en cestas. Todos estos alimentos sostenibles son, sencillamente, algunos ejemplos de las posibilidades de elección al alcance del nuevo consumidor responsable.
En las partes más ricas de las metrópolis mediterráneas también han aparecido nuevas formas aburguesadas de comprar alimentos: elegantes mercados en la calle, como el Souk el Tayyeb en Beirut, se han convertido en verdaderas atracciones turísticas. El complejo de especialidades gastronómicas Eataly de Turín ha sido aprobado por Slow Food y funciona como un hipermercado de alimentos sostenibles. A éstos se debe añadir una amplia red de mercadillos, restaurantes gourmet, ferias de especialidades gastronómicas y Salones del Gusto, evidencia del éxito indiscutible que tienen los alimentos sostenibles. Incluso el Partido Islámico Libanés, Hizbulá, participa en este movimiento. En los últimos cuatro años, la facción social del partido, Jihad al Bina’, ha organizado con gran concurrencia de público una feria de productos tradicionales y de la tierra, la Exposición Ardi (traducido, mi tierra), que durante una semana se convierte en el lugar de encuentro de cientos de cooperativas y pequeños productores de todo el país.
En los primeros eslabones de la cadena, el abastecimiento sostenible se ha convertido en una nueva norma de la industria en el sector de la hostelería, donde a menudo se asimila a la responsabilidad social corporativa (RSC). Grandes empresas como Unilever, que a menudo son objeto de duras críticas por parte de activistas sociales y verdes debido a su control férreo de la cadena alimentaria y al impacto ambiental de algunos de sus productos, hoy se especializan en alimentos sostenibles.
En el sector de la certificación, GlobalGap y otras agencias como Rainforest Alliance, ofrecen sus servicios para ecologizar empresas transnacionales que, a menudo, tienen una historia medioambiental bastante deprimente. El mundo académico también se suma a este movimiento: apenas pasa un mes sin que haya una reunión, seminario, conferencia o taller sobre un tipo u otro de alimentos sostenibles a ambos lados del Mediterráneo.
El sector alimentario sostenible ha venido para quedarse
No cabe duda de que el sector alimentario sostenible ha venido para quedarse. Aunque todavía está por debajo del 10% del comercio mundial de alimentos, se encuentra en constante crecimiento. Las ventas mundiales de alimentos ecológicos fueron valoradas en 50.900 millones de dólares en 2008, el doble que en 2003.
Entre 2008 y 2009, el aumento de la superficie total destinada a la producción ecológica en la región mediterránea, contando también las zonas de recolección de plantas silvestres y los cultivos ecológicos, superó los 1,2 millones de hectáreas, es decir, el 21%. Unos 150.000 agricultores, la mayoría de los cuales se encuentra en los países mediterráneos de la Unión Europea, administran una superficie total de producción ecológica que supera los 6 millones de hectáreas.
Extracto del informe Terramed: La dieta mediterránea para un desarrollo regional sostenible