La nueva provocación de Kathryn Bigelow

Publicado el 09 agosto 2017 por María Bertoni
La película de Bigelow tuvo su première en Detroit el 25 de julio. Luego desembarcó, el 28, en un circuito limitado de salas y, el 4 de agosto, en uno más amplio.

Katheryn Bigelow y Mark Boal volvieron a agitar aguas con su nueva película Detroit, que terminó de estrenarse el viernes pasado en los Estados Unidos. Por un lado, parte de la opinión pública de ese país acusó a la directora y al guionista de La noche más oscura de ser tan manipuladores como cuando recrearon la captura de Osama Bin Laden. Por otro lado, los admiradores de la dupla autoral celebraron la invitación a reflexionar sobre la relación entre racismo y violencia institucional en el país que Donald Trump gobierna desde el 20 de enero.

Detroit transcurre durante la revuelta que la comunidad negra de esa ciudad protagonizó entre el domingo 23 y el viernes 28 de julio de 1967. Bigelow y Boal se concentraron en los entretelones de la represión policial registrada el martes 25 en la Calle 12 y en el motel Algiers, donde murieron tres hombres negros y resultaron gravemente heridos siete hombres negros y dos mujeres blancas.

Dos días antes del estreno, el New York Times publicó este extenso informe de John Eligon. Además de algunos pormenores del film, el periodista adelantó un par de temas sujetos a debate. El primero, de corte racial (acaso racista), sobre la in/capacidad de los realizadores blancos a la hora de abordar éste o cualquier otro episodio de la larga historia de sometimiento que la comunidad afroamericana sufre en los Estados Unidos. El segundo, sobre el uso narrativo y político que Bigelow y Boal hacen de la violencia.

Entre quienes discutieron el primer tema, figura el crítico de cine Owen Gleiberman. En esta columna de opinión que Variety publicó el día siguiente al estreno, el periodista (se) preguntó: “¿Queremos vivir en un estado de vigilancia artística, donde los cineastas aventureros no tengan derecho a serlo, donde se desaliente o restrinja la representación de una raza distinta de la propia? Luego (se) contestó: “En mi opinión debemos aprovechar un momento como éste para reivindicar la igualdad de oportunidades. El cine, más que cualquier otro arte, nos enseñó la igualdad de empatía. Por eso, si debemos defender una regla, debemos defender aquélla que dice que nadie de ninguna raza, género o sexualidad es dueño de una historia. Por lo tanto, la capacidad para contar es el único factor que cuenta”.

De la segunda discusión participó con uñas y dientes Richard Brody del New Yorker. En el artículo titulado ‘El arte inmoral en Detroit de Katheryn Bigelow’, el periodista primero enumeró las intenciones de la realizadora: “describir un incidente –y un clima– de racismo, mostrar que la crueldad de esas acciones fue multiplicada por la impunidad de sus ejecutores y sugerir que las cosas cambiaron muy poco en medio siglo”. Luego aclaró: “Las películas no se hacen con intenciones sino con gente y equipamiento, y lo que Bigelow les hace hacer a sus actores ante cámara resulta repelente”.

A Brody, la “dramatización meticulosa de los eventos destinada a impactar al espectador” le resultó equivalente a la pornografía. Para este crítico, las escenas en el motel Algiers evocan el recuerdo de La pasión de Cristo de Mel Gibson y de los peores momentos de El nacimiento de una nación de Nate Parker, “película que, a diferencia de Detroit, también tiene sus aciertos”.

El ascendente Will Poulter encarna a uno de los policías dementes de Detroit.

De las 152 críticas norteamericanas que relevó en esta página, la gente de Rotten Tomatoes calificó de negativas sólo 22. Sin embargo, la revisión de las reseñas marcadas como positivas sugiere que sus autores celebraron sobre todo la invitación a recordar el pasado para pensar el presente. Con este reconocimiento generalizado, conviven observaciones sobre la caracterización defectuosa de los personajes, sobre cierta tendencia a la simplificación histórica, sobre cierta falta de claridad mental.

Antes mismo de que se estrenara en diciembre de 2012, La noche más oscura también causó gran controversia en Estados Unidos. En aquel entonces, la opinión pública discutió en torno a las escenas de tortura que filmó Bigelow: además de la espectacularización de la violencia, una parte repudió la presunta apología de ese método de obtención de información; en cambio la otra parte celebró la condena que creyó reconocer detrás de esa otra “dramatización meticulosa”, en palabras de Brody.

Según desde donde se la mire, Kathryn transita el camino de la denuncia comprometida o de la provocación fácil desde que se asoció con Boal para hacer Vivir al límite. Después de tres películas centradas en el ejercicio de la violencia, quizás debería buscar otras maneras de convocar al debate.

—————————————
PD 1. Según el cronograma de estrenos que IMDb publica aquí, el nuevo largometraje de Bigelow desembarcará en nuestras salas el 7 de septiembre próximo con el espantoso título Detroit. Zona de conflicto.

PD 2. La primera imagen que ilustra este post fue tomada por el fotógrafo de Rex / Shutterstock, Eric Charbonneau, en la première de la película que tuvo lugar el 25 de julio en la ciudad homónima.