Ya estamos todos de acuerdo: El ECOFIN, Reino Unido y Estados Unidos han identificado el origen del mal. Ya remamos todos en la misma dirección. Contra el mismo rompeolas. Ahora sólo falta que alguien sepa hacia dónde vamos.
Me refiero al diseño de la nueva tasa bancaria, al que le queda sólo el último retoque. Y lo de menos es cómo y sobre qué va a girar el nuevo impuesto que sufrirán las cuentas de resultados de los bancos. Lo de menos es si el mismo hecho imponible puede estar dos veces gravado. Eso son temas técnicos. De técnicos y para técnicos. Y a poca gente más le interesan.
Lo de menos también es si usted piensa que el impuesto campeador lo sufrirán Botín y tres más. Los ricos de siempre que casi caben en un mini. Y que a usted no le influye y, por tanto, no le interesa. Salvo que sea pequeño accionista bancario.
Y mucho menos importa que yo le diga ahora desde este insignificante blog que, aunque no se lo crea, el impuesto lo volveremos a pagar entre todos. Pero de manera indirecta, que duele menos. A base de muchos pocos.
Porque la tasa saldrá, otra vez, de nuestro bolsillo. La pagaremos a la fuerza. Porque las entidades bancarias nos la repercutirán en los viejos productos y servicios financieros que utilizamos, que se encarecerán un tanto por ciento. O un ciento por tontos. Y tan contentos, puesto que -según nos dicen- se ha cogido por fin a los malos.
Si se siente mejor creyéndolo así, no seré yo quien insista más y le baje de la nube de los pobres. Porque la mayoría, que no tiene tiempo ni para mirar los extractos bancarios, se olvidará pronto. Y, si le da por mirarlos, con suerte no los entienda.
Así que no se preocupe. Son los políticos europeos y sus técnicos quienes trabajan estos días para nosotros, para nuestro futuro. Y por eso barajan cuatro posibles conceptos sobre los que aplicar la tasa.
Pero no merece la pena comentarlos. Seguramente elegirán la mejor opción para el bien común. Si no, recuerden aquella vieja máxima: ‘Si se mueve, ponle un impuesto. Si se sigue moviendo, súbele el impuesto. Y si deja de moverse, dale una subvención’.
Además, si la feliz idea llega en una época de descensos de márgenes bancarios y pueda afectar, un poco más, al cierre del grifo del crédito, ¡qué más da! O si recae sobre entidades que no han recibido dinero público, pero que pagan los platos rotos de otros, también ¡qué más da!
Y mucho menos importa que el dinero recaudado sirva sólo para maquillar las cuentas públicas de cara a las elecciones que vienen o, mejor aún, para seguir dilapidando de extranjis y a espuertas.
……..Y si, al menos, la bondadosa medida sirviera para crear un verdadero ‘fondo de liquidación’ por si en el futuro hubiera que rescatar a nuestras entidades financieras y, de paso, salvar nuestros ahorros y la confianza perdida. ¡Vaya, sin darme cuenta casi me convencen!