‘La obediencia da fuerzas’. Mensaje del P. Saverio Cannistrà, nuevo arzobispo de Pisa

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Esta mañana, el P. Saverio Cannistrà, Prepósito General de la Orden de los Carmelitas Descalzos entre 2009 y 2021, ha sido nombrado arzobispo de Pisa.

Desde que asumió el gobierno de la Orden, el P. Saverio fue un pastor cercano, un guía sabio y un hermano en el Carmelo. Supo acompañar a la familia teresiana con su palabra, su reflexión teológica y su testimonio de vida. Su profundo conocimiento de nuestros santos y su amor por ellos se hizo patente en cada mensaje, en cada carta y en cada encuentro con la gran diversidad de comunidades carmelitas esparcidas por el mundo.

Sus años al frente de la Orden fueron un tiempo de desafíos y esperanzas, y él supo infundir confianza y aliento en los momentos de dificultad. Fomentó la comunión dentro de nuestra familia religiosa y su sentido de identidad, veló por la formación de los religiosos y religiosas, y promovió el diálogo entre el carisma heredado de nuestros fundadores y el pensamiento actual.

Tras dejar el cargo de Prepósito General en 2021, el P. Cannistrà continuó su servicio como vicario parroquial de la iglesia de San Pancrazio en Roma y como miembro del Consejo presbiterial de la archidiócesis metropolitana de Florencia. Hoy, el Papa Francisco le confía la sede de Pisa, aceptando la renuncia de Mons. Giovanni Paolo Benotto al gobierno pastoral de la archidiócesis.

El P. Saverio Cannistrà nació en Catanzaro el 3 de octubre de 1958. Tras licenciarse en Filología románica en la Scuola Normale Superiore de Pisa, trabajó para una casa editorial. En 1985 ingresó en el noviciado de la Provincia italiana de Toscana de los Carmelitas Descalzos. Hizo su profesión perpetua en 1990 y fue ordenado sacerdote en 1992. Obtuvo el doctorado en Teología dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en 1998. Ha sido docente de Teología trinitaria en el “Teresianum” de Roma y profesor de Cristología y Antropología teológica en la Facultad Teológica de Italia Central de Florencia, además de desempeñar diversos cargos dentro de la Provincia Toscana de los Carmelitas Descalzos.

Desde nuestro blog, oramos por él en esta nueva misión que se le confía. Que el Señor le conceda la sabiduría del Buen Pastor, la fortaleza de nuestros santos y la alegría de quienes saben que el servicio a la Iglesia es siempre una tarea, pero, sobre todo, es un inmenso don.

Gracias, P.  Saverio, por tu sí generoso, por tu entrega sin reservas, por estos años de paternidad y fraternidad en el Carmelo. Que nuestra Madre del Carmen te acompañe en este nuevo camino y que, bajo su amparo, sigas iluminando con tu palabra y tu vida a quienes ahora serán tus nuevos hijos en la archidiócesis de Pisa.

A continuación, ofrecemos la carta que el P. Saverio ha escrito a la diócesis de Pisa:

Carta a la Iglesia de Pisa, de S.E. Padre Saverio Cannistrà OCD

Original en italiano en este enlace

Excelencia Reverendísima, hermanos en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas todos,

El Papa Francisco me ha pedido que me ponga al servicio del pueblo de Dios en Pisa. He aceptado con espíritu de fe y obediencia, consciente de mis muchos límites. Intentaré llevar a cabo esta tarea, tan hermosa y tan grande, de la única manera que sé: rezando, meditando y escuchando la Palabra de Dios, en los múltiples modos y formas en que nos llega diariamente. Deseo, de todo corazón, anunciar, celebrar, testimoniar lo que a mi vez he recibido. Sé que en esta tarea, que excede las capacidades de un hombre, no estaré solo. Recuerdo una frase de santa Teresa de Jesús, mi madre en el Carmelo, que decía: «La obediencia da fuerzas». Creo que muchos lo hemos experimentado: la gracia no abandona a quien se pone al servicio del plan de Dios. Al contrario, sobreabunda, colma y nos hace capaces de llevar a cabo lo que ni la inteligencia puede comprender ni la habilidad humana realizar.

No sé, sin embargo, qué me espera exactamente, no tengo planes ni agendas. Necesitaré tiempo para ver, escuchar y aprender. Por ahora, solo tengo mi pequeño «aquí estoy» para presentarlo al Señor y a vosotros, hermanos y hermanas. Pero estoy contento de haber sido enviado a Pisa, una ciudad que amo, donde estudié, descubrí mi vocación religiosa y fui ordenado sacerdote. Con alegría, me dispongo a recorrer con vosotros los caminos de esta historia y de esta tierra que el Señor me ha dado ahora como propia. Y os agradezco desde ahora vuestra acogida benévola e indulgente: doy las gracias al obispo Giovanni Paolo, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los laicos y laicas y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta diócesis. Os pido que recéis por mí. Encomendadme de modo especial a la intercesión de san Rainiero, nuestro patrono.

Os dirijo estas breves palabras que mi corazón me dicta en este momento, desde el lugar donde vivo y trabajo — y sobre todo, amo— desde hace dos años y medio, es decir, la iglesia y la comunidad de San Pancracio de Roma. Doy gracias al Señor por este tiempo que me ha concedido. He encontrado tantos hermanos y hermanas que me han testimoniado su vida de fe, su amor a Jesús y a la Iglesia, su compromiso concreto con los más pobres y necesitados…

Doy gracias a Dios por la comunidad carmelita en la que he tenido el privilegio de pasar estos años, especialmente por el don inestimable de mis hermanos más jóvenes, que me han sido confiados como formador. Dejar todo esto, dejar a estos amigos, hermanos e hijos no es un sacrificio pequeño, aunque sé que, en realidad, no los dejo, sino que los entrego en manos de quien me los había confiado solo por un tiempo. Ahora comprendo que el Señor quería que creciera en la experiencia de la paternidad, para poder ejercerla más ampliamente hacia todo el pueblo de Dios.

Os hablo desde un lugar sagrado y rico en historia, el lugar donde un joven llamado Pancracio dio su vida por Cristo hace diecisiete siglos. Desde este lugar, también un gran pastor y doctor de la Iglesia, san Gregorio Magno, predicó sobre la caridad fraterna, que es dar la vida por los amigos. Pongo estos recuerdos de la historia personal y colectiva en el equipaje que llevo conmigo. Espero que no esté demasiado abarrotado, porque necesito mucho espacio vacío para acomodar la riqueza que me espera en mi nueva patria. Pero el equipaje que uno lleva en el corazón no pesa ni abarrota. El tamaño del corazón es proporcional a la caridad que lo habita. Y esto es lo que pido al Señor para mí y para vosotros. Unámonos en esta oración: Dilata nuestros corazones, Señor, renuévalos y fortalécelos con el soplo de tu Espíritu. Amén