La Obra de Cecilia

Publicado el 18 abril 2014 por Diego Gómez @elcuentazo
A Cecilia la había visto pasar contadas veces por el parque, de ella sólo sabía que tenía una limitación visual, pues era evidente su bastón que al parecer era inútil dado su alto grado de ceguera y por ello es necesario que en todo momento esté acompañada. Días antes había conocido a su hermano, parentesco que reconocí más que por un testimonio, por sus rasgos físicos: un cabello castaño de alguna manera delgado y escaso y su destacada nariz respingada natural, ambos tenían ojos poco expresivos, como un lago sin movimiento ni vida en sus adentros, inhertes hasta más no poder.
El hermano de Cecilia, del cual todavía no me he atrevido a preguntar el nombre, algún día empezó a usar cierto adminiculo en su oído derecho y de un tiempo para acá su mirada se ha tornado sin intenciones, ha perdido su curiosidad por las vitrinas de la tienda de libros que queda al paso de la casa al parque, le noto más precavido y su saludo es sin más: una respuesta que se codea con la antipatía. Ahora no lo culpo, pues me he enterado que el hombre empezó a sufrir la misma enfermedad de su hermana, a ciencia cierta no sé de que se trata, pero al parecer es una ceguera progresiva acompañada de dificultades importantes para escuchar.
Cierto día llegó Cecilia a mi trabajo, la tienda de la esquina, con sus cuarenta y tantos años de edad, dócil y más simpática que su hermano, consultó por una variedad de papeles de colores, exigiéndome con una sonrisa acogedora que fueran colores muy lindos, que buscara los mejores ya que su creación haría parte de un concurso, junto con su obra maestra que cargaba en sus manos, un libro robusto que contenía dibujos hechos por ella misma. He allí mi sorpresa, admiración, no sé lo que pensé en ese momento. Luego de unos minutos me sentí reflexivo, pues tenía en frente el asombroso caso de una persona apreciando lo que conoce y no conoce, el sentido de pertenencia despojado de la vanidad, el aprecio por aquel libro de lomo grande respondía exclusivamente al vínculo entre el creador y su creación, sin más.
Salió Cecilia del lugar, ardiendo en sí misma de alegría y la certeza de ir a ganar el concurso, su obra estaba casi completa, los últimos detalles fue a cumplirlos con un paquete de hojas iris que unas horas después, seguramente, serán arte.