La obsesión anti-edad. Isabel Larráburu.

Por Joanpi @joanpi

Un ciclista adolescente pedalea por los aledaños de un huerto de una masia catalana y se dirige al parque natural. En el huerto se encuentra un anciano campesino lidiando con un arado que, a los ojos de un ignorante urbanita, semeja mitad arado, mitad bicicleta.Produce la impresión de ser un artilugio reciclado por obra de su propio ingenio. El señor Sebastián, hospitalario y solícito, saluda al ciclista y le invita a que se sirva agua de la fuente.Su cuerpo enjuto va vestido con un pantalón negro que, a cada rato, debe sujetar con el cinturón. La vestimenta evoca tiempos pasados, de su época más robusta. Un pañuelo anudado por las cuatro puntas le cubre la cabeza a modo de gorra. Su cara risueña luce unos ojitos azules, chispeantes y cómplices que transmiten su alegría por la vida.
Desafiando el tiempo. Veinte años más tarde, el ciclista recorre el mismo camino. El pequeñín de sus hijos en la sillita de su bicicleta y los dos mayores en sus propias bicicletas, en fila india. Al pasar por la masía, como figura de pesebre, congelado en el tiempo y retando el inexorable paso del tiempo, avista al señor Sebastián con la misma gorra de artesanía casera. Además, para qué decirlo, también con el mismo artilugio. El ciclista ya tiene barriguita, pero Sebastián es el mismo, inalterable, como si hubiera pactado con el mismo diablo. Su campo le mantiene la vida.
El movimiento anti edad. Los californianos nos transfieren periódicamente sus últimas tendencias obsesivas. A finales de los sesenta la obsesión por la delgadez, en los ochenta, la fascinación por una "nueva espiritualidad laica": la "nueva era", posteriormente el fanatismo por la nutrición saludable y la actividad física. Actualmente, una conjunción de todo lo anterior confluye en la expectativa de poder controlar y detener, a placer, los efectos del envejecimiento. Desde el punto de vista corporal, se observan los resultados de la nueva tendencia: mujeres que se visten como sus hijas, que se parecen cada vez más unas a otras, y todas, a su vez, a las muñecas "Barbie". Los mismos labios, senos, narices y pómulos. Dicen de Faye Dunaway, que está tan estirada que cuando cruza las piernas se le abre la boca. Hombres y mujeres, por obra del "lifting" parecen seres embalsamados deambulando. George Orwell decía que a partir de los cuarenta todos tenemos la cara que merecemos. Este hecho podría darle un nuevo significado a su comentario. Desde el punto de vista espiritual, uno de los más solventes y prósperos "gurus" de la "nueva era", Deepak Chopra publicó "Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo" donde "nos propone un viaje que nos lleva a descubrir una tierra donde nadie es viejo, donde el vigor juvenil, la renovación, la creatividad, el gozo y la satisfacción son experiencias comunes de la vida cotidiana". Así, la "nueva era", en sabia combinación con la tendencia muy norteamericana a la auto superación y al control de todas las vicisitudes de la vida gracias a la voluntad y disciplina, abunda en el movimiento anti edad, desde la vertiente de la medicina ayurveda, añadiendo a la lucha contra la vejez el poder de la conciencia.
Una vejez sabia. No existen fórmulas para vivir mucho y bien. La receta es la de siempre, vida sana y mente tranquila. Ya que las leyes del Universo prevén que todo, tarde o temprano pasa por sus etapas, lo mejor será aprender a aceptar las cosas que no se pueden cambiar, cambiar las que se puedan cambiar y, sobre todo saber discernir entre las dos situaciones, como dice el viejo anónimo. Ya que no podemos evitar la vejez, por lo menos deberíamos intentar ser viejos y sabios.Web de Isabel Larráburu